74. El cadáver digital.

Me despierto con el cuello adolorido, el cuerpo enredado entre sábanas revueltas, y la sensación extraña —pero deliciosa— de no saber qué día es.

Javier se está poniendo la camisa con esa lentitud maldita que me enciende. No porque sea consciente, no. Es que él no sabe lo hermoso que se ve cuando es...

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