CAPÍTULO VEINTIOCHO

Vincenzo Santoro.

Pedro estacionó el vehículo frente al cobertizo, bajé del auto y entré, viendo a todos con la cabeza gacha ante mí.

—¿Dónde pusiste al bastardo? —Enrico se acercó hacia mí.

—Está en el sótano, mi señor.

Pasé por su lado caminando con mucha rabia, cómo se atreve este desgraciado...

Inicia sesión y continúa leyendo