¿QUIÉN ERES TU? PARTE I

DOMENICO CASSANO

CRUCERO EN LAS VEGAS

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No estoy de humor para soportar esto, y encontrarme con una mujer tonta y descuidada que no puede tener cuidado a la hora de mirar hacia adelante, es lo que me enfurece cuando por obligación me agacho para ayudarla a levantar. Es pelirroja, tiene unas gafas horribles de montura, cómo si fuera una clase de chica hipster. Parece que viene sola cargando ese montón de maletas. Me obligo a dar varias zancadas para llegar a ella y sostenerla antes que alguien la pisotee.

— Deberías tener más cuidado por donde vas — digo y ya estoy enfurecido. Ella parece buscarme entre las luces sobre el techo, pero no me distingue.

— Lo siento mucho señor. N-no vi por donde…

— No digas más — la suelto una vez ella está segura y de pie, no me interesan sus tontas excusas — Es mejor que mires por donde caminas y recoge tus porquerías del suelo — parece desorientada, y mirandola bien creo que está un poco enferma.

Observa el suelo en busca de algo y parece que son esos horribles lentes. Estoy por irme cuando ella me mira fijamente y una extraña ola de calor invade mi pecho al ver sus ojos, debo decir que es una mujer hermosa, pero no me detengo más tiempo y me marcho de allí sin pedir disculpas, ella es quién se tropezó y no estoy para auxiliar a niñas tontas. Busco en mis bolsillos el teléfono y llamó a Isabella que no ha dado señales desde que le dije que la esperaría aquí. Se supone que sus prácticas las cambiaria, ya que el numero que iba a montar del cisne negro lo cambiaron a otro momento. Pero, no he sabido absolutamente nada de ella, no me confirmó si vendría a Las Vegas.

— Cariño, estaba por llamarte — dice apenas atiende a la séptima llamada.

— ¿Dónde estas? — pregunto hastiado — El crucero está a punto de salir, así que necesito que estés aquí cuanto antes.

— No podré ir cariño — lo que dice aumenta el mal genio que ya tenía — Tengo una presentación importante.

— Isabella… — detengo mis palabras antes de cometer un error — No te preocupes, lo mejor es que dejemos esto así — intento calmarme y entenderla — De igual forma te seguiré apoyando, así que lo mejor es que hablemos después.

— Lamento mucho todo esto — su voz es débil, sé que lo intenta o eso quiero creer, solamente asiento cómo si pudiera verme.

— No te preocupes, te amo — digo lo que realmente siento por ella — Suerte en tu presentación.

Cuelgo la llamada, ya que prefiero dejar las cosas así, antes de exasperarme por algo que ya hemos discutido varias veces. Me adentro al crucero, porqué no pienso irme, tengo la esperanza que alguna de las paradas que haga, ella tenga la decencia de seguirme.

La noche cae luego de registrarme en una de las mejores habitaciones, pido un trago de Whisky respondo algunos mensajes sobre la empresa cuando por el rabillo del ojo captó la sombra de dos hombres que parecen venir a mi lugar.

— Señor Cassano — dice el de la barra, pero mis ojos siguen viendo a los dos hombres que no me quitan la mirada de encima — ¿Desea algo más?

— No, iré a dar una vuelta antes de ir a mi habitación — asiente y recoge el vaso sobre la mesa luego de limpiar la barra — intento escabullirme, pero ambos sujetos se acercan a mí, de manera bastante hostil.

No me levanto enseguida, ya que veo a los sujetos acercarse, vienen vestidos de negro y aunque siempre estoy con mi homre de confianza y asistente, está noche le dije que queria estar solo, aún así no me preocupo, siempre tengo hombre a mi alrededor.

— Buenas noches Domenico — saluda uno de ellos de manera informal.

— ¿Qué quieren y quiénes son ustedes? — miro a ambos y me cruzo de brazos.

— Hemos venido a exigirle que no compre la isla — dice el sujeto a quién me gustaría cagarse de risa en la cara.

— ¿Algo más? — me levanto para irme, pero uno de ellos me corta el camino y miro al barman para tranquilizarlo.

— ¡Si no lo hace va a destruir la ecología del lugar! — grita y el sonido me aturde.

— Ese no es mi problema, y si me disculpan me iré a mi habitación — no me lo permiten y uno de ellos me ofrece un vaso con un líquido blanco — No voy a tomar licor.

— No es licor señor — dice el bartender — Es un vaso con agua, creo que lo necesita — mi ceño se frunce extrañado.

— Ya no necesito nada — zigzagueo a los sujetos que me detienen una vez más.

— Señor Cassano — dice el menor de ellos, ahora con un tono de voz diferente — No venimos a estropear su estadía, pero usted no puede vender esa isla.

Me acerco a la barra y le pido al barman que me traiga un vaso nuevo, hace lo que le pido mientras miro a los sujetos delante de mí.

— Ustedes no son nadie para decirme lo que debo hacer — me traen el vaso y me lo bebo de un sorbo — Soy el dueño y esa inversión ya se hizo.

— Si es lo que usted quiere — parece que se van retirando — Esto le costará muy caro Domenico — nuevamente dicen mi nombre de pila — Espero que disfrute su noche — me guiña un ojo y desaparecen.

Peino mi cabello con los dedos, pensando que no puede ser peor cada segundo que paso en este crucero solo. Isabella dejandome plantado, mi dolor de cabeza y ahora este mareo repentino que me da cuando me levanto de la silla. El sudor recorre mi espalda y miro a todos lados buscando una salida.

— Ey tú, la próxima vez no le mezcles alcohol al agua — digo tragando el sabor amargo.

— Señor… ¿Se encuentra bien? — escucho a lo lejos y asiento.

Antes de irme, le pido una botella de agua, me la sirve en un vaso y me la bebo de un solo sorbo. Me quema la garganta y parece que me hubieran dado alcohol puro, ya que este no solo me marea más si no que vale por unas treinta botellas al menos. Sacudo la cabeza y poco a poco voy caminando por los pasillos del crucero. Todavía me queda algo de conciencia para irme a dormir, he tenido suficiente.

Todo el recorrido me parece una eternidad, la cabeza me palpita y entre trompicones busco las llaves de mi habitación, al entrar me doy cuenta que permanece a oscuras. Sin embargo, una sonrisa se me dibuja en el rostro cuando veo la silueta de la mujer sobre la cama. Sabía que no podía dejarme en este lugar así cómo así. Cierro la puerta tras de mí y no enciendo las luces para no despertarla, la luna afuera, ilumina un poco la habitación en penumbras.

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