¿QUIÉN ERES? PARTE II

DOMENICO CASSANO

UN CRUCERO EN LAS VEGAS

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— Eres una chica muy mala — me acerco a ella hablándole en un susurro — Toda tu pataleta de hoy, para terminar aquí — busco su boca y comienzo a besarla.

Me desvisto por completo a pesar del dolor de cabeza y la vista borrosa. Igual no importa si la tengo aquí, para pedirle que sea mi esposa.

— Está vez no escaparas de mi cariño — se mueve un poco adormilada mientras le susurro al oído.

Mis manos la recorren, y palpo que lleva una sola prensa que cubre su cuerpo. La desnudo sin dejar de besarla y ella me rodea el cuello con sus brazos. Algo se siente diferente, como si estuviera alucinando. La noche es perfecta solo de saber que ella está a mi lado, siento su piel desnuda bajo mi cuerpo y sin más busco la forma de penetrarla lentamente sintiendo su estrechez. Sudor recorre mi espalda, sus gemidos son exquisitos y en medio de las embestidas busco el anillo en el bolsillo de mi pantalón, colocándolo en su dedo confesando mi amor, le digo que deseo compartir mi vida junto a ella, la estrecho contra mi pecho sintiendo su aroma, uno totalmente nuevo, pero que sigue gustandome.

— Te amo… — murmuro sobre sus labios.

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MADDOX HUDSON

UNA SORPRESA INESPERADA

El crucero es increíble, sus vistas hacia el océano me dan un vuelco al corazón, así que nada puede salir mal este fin de semana. Oliver, parece distraído en otras cosas, como si todo esto le fastidiara y a mi me costará mucho pagar.

— Esto no te interesa para nada — le reprocho a Oliver, en tono hostil.

— Simplemente quiero un trago.

— Oliver, estamos aquí para hablar de nosotros — acaricio su rostro — ¿Eso no te importa?

— Si me importa — me da un beso rápido en la mejilla — Solo estoy un poco estresado, y tengo mucho trabajo, mi padre no deja de molestarme y el movimiento me marea.

— Entonces no bebas más — asiente.

— Quisiera estar solo — me impactan sus palabras — Nos vemos más tarde en la habitación, descansa — asiento solo para no discutir.

Se va sin decir un te quiero, ni un beso en la mejilla y comienzo a cuestionarme si este viaje ha valido la pena. Sin embargo, disfruto del olor a salitre y la brisa ondeando mi cabello.

El malestar sigue haciendo estragos en mi sistema, así que me tomo una aspirina y recorro un poco el crucero antes de volver a la habitación y preparar todo. Veo las parejas paseando encantadas por el lugar, niños corriendo por el pasillo divertidos y no puedo pensar en lo bien que la pasaremos si no estuviera tan esquivo. Llego a una pequeña farmacia y compro algo para el malestar, y termino comprando un snacks. La tarde se me va recorriendo el lugar, mi dolor de cabeza ha disminuido un poco y agradezco estar a solas para pensar muy bien las cosas. Le envío un mensaje a Oliver, que no responde y al ver que la noche va cayendo, regreso a mi habitación para descansar un poco antes de la sorpresa.

Luego de arreglar todo, me voy a la ducha y comienzo mi rutina, cada que puedo exfolio mi piel, cuido mi cabello, y mi cuerpo a pesar de no ser el más sexy del mundo, intento cuidarlo. Sobre todo está noche, que espero sea una de las mejores, por primera vez, voy a tener intimidad con Oliver.

Antes de irme a la cama, le envío un mensaje a Oliver, preguntando si viene, y al no obtener respuesta que lo mejor es llamarlo, suena varias veces hasta que al final me contesta.

— Cariñooo — canturrea y sé que ha bebido más de la cuenta.

— ¿A qué hora vienes a la habitación? — pregunto un poco molesta.

— ¡No te escucho! — sigue gritando y parece que estuviera en una discoteca.

— Oliver, te estoy esperando, el viaje lo hice por…

— Maddox, no comiences con los reclamos, iré a verte en un rato — quiero responder, pero ya me ha colgado el teléfono.

Me pican los ojos y miro a mi alrededor, todo esto solo lo he hecho por él, y creí estúpidamente que si le daba está sorpresa las cosas cambiarían entre nosotros. Lamentablemente no es así, creí que si lo alejaba de la ciudad unos días, podía despertar esa pasión por nosotros, siempre está rodeado de mujeres encantadoras, y ahora me veo verdaderamente insípida y tonta cuando veo todo lo que hice para él esta noche.

Sin pensarlo dos veces, abro la botella de licor y me sirvo una copa. No estoy acostumbrada a beber, así que a la tercera ronda comienzo a sentirme mareada, me voy a la cama y unos segundos después me siento adormecida, el aire acondicionado se cuela por mi cuerpo causando escalofríos. Caigo en un sueño profundo, o eso creo ya que me parece escuchar que se abre la puerta de la habitación, siento sus pasos y una sonrisita se me dibuja en el rostro.

— Eres una chica muy mala — susurra sobre mi pido — Toda tu pataleta de hoy, para terminar aquí — quisiera responderle, pero la cabeza me da vueltas, entre lo mareada y el sueño apenas dejo que se acerque a mi y me bese.

Parece que se quita la ropa, sus manos comienzan a acariciarme y no era lo que esperaba, pero no lo voy a detener. Si es así cómo tienen que suceder las cosas, entonces lo acepto.

— Está vez no escaparas de mi cariño — me remuevo un poco en la cama escuchando ese murmuro de su voz.

Me recorre el cuerpo, la pequeña bata de satín se alza sobre mis muslos y me besa los labios. Lo siento diferente, mucho más intenso, entregado, como si hubiera recapacitado sobre lo nuestro. Así que le rodeo el cuello con mis brazos para que no se aparte de mí. Termina por desnudarme, los nervios se hacen presente y sin ningún tipo de preparación, siento que me penetra lentamente, el ardor hace temblar y le araño la espalda con las uñas.

Su espalda resbaladiza por el sudor, las lágrimas corriendo por mis mejillas, haciendome gemir con cada uno de sus suaves embates. Todo me da vueltas, no puedo creer que esté sucediendo y ni siquiera me da la cabeza para decirle que tiene que cuidarse, todavía no quiero cometer errores y quedar embarazada antes de saber que es lo que quiere de verdad. Me estrecha contra su pecho, escucho cómo si buscara algo en el suelo y de un momento a otro siento que algo metálico como un anillo, el pecho se me hincha, la respiración se me acelera y solo quiero besarlo, pero el cansancio me atonta.

— Te amo…

— Yo también te amo Oliver.. — me parece escuchar un nombre diferente, pero mis ojos se cierran definitivamente y caigo rendida.

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