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—¡Hola, amigo! ¿Qué puedo hacer por ti? —contestó Dillon al teléfono. Pude escuchar un toque de sorpresa en su voz. No es común que lo llame.

—¿Puedes enviar cincuenta cajas de Lego a mi mansión, por favor?

—¡Cincuenta! —lo escuché exclamar.

—Sí, cincuenta.

—¿Qué vas a hacer? ¿Construir una casa...

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