VEINTIUNO

—Vaya, vaya. Qué cosita tan bonita—dijo una voz detrás de ella. La voz de Zeus era como una caricia peligrosa. Era suave y tersa, como una pluma recorriendo su piel, pero debía estar alerta, ya que podría convertirse en un cuchillo en cualquier momento.

Sus dedos se envolvieron alrededor de su cuel...

Inicia sesión y continúa leyendo