2

PRESENTE

EVA

Solo han pasado un par de meses desde que este desastre decidió sacudir mi vida. Estoy harta. Cansada de todos estos estúpidos obstáculos. Ni siquiera sé si hice algo para merecer todo esto, solo me pregunto por qué, solo por qué. Desearía que todo fuera más fácil, desearía poder ser feliz, pero la vida me ha golpeado tan fuerte que ya he caído suficientes veces.

Estoy desorientada, perdida y fuera de mí. No puedo dormir, el estrés se ha convertido en mi mejor amigo.

Aprendí a ser madre con el tiempo y asumí la responsabilidad de mi hijo. Fue difícil, no me quejo, sé que podría haber sido peor. Todo se ha convertido en un retroceso eterno desde que mi hijo, Louis, fue diagnosticado con leucemia. No puedo más. Estoy endeudada, tengo mil problemas por resolver, no puedo encontrar trabajo en este momento y estoy estresada hasta el límite. Aún recuerdo mi reacción cuando el hematólogo me dijo la exorbitante cantidad de dinero para un trasplante de médula ósea que acabaría con el sufrimiento de Louis.

Ciento cincuenta mil dólares. Una cantidad de dinero que, por supuesto, no puedo pagar porque mi calidad de vida no lo permite. Quiero llorar, me siento tan inadecuada.

Sostengo la mano de mi hijo que yace dormido en la cama del hospital mientras lloro mil veces más por no poder aceptar la operación.

—Te prometo que conseguiré ese dinero —murmuro—. Quiero intentarlo y lo haré, Louis, lo haré por ti.

Tenemos que salir de esto, vamos a salir. Trato de convencerme. Es mi motor de vida y lo único que me motiva a mantenerme en pie. Si algo le pasa, volveré a caer de rodillas. Pero tengo que intentarlo, por él.

Salgo de la habitación del hospital, donde el doctor me espera afuera.

—Señorita Miller —me saluda con un gesto formal.

—Doctor.

—Los tratamientos están haciendo su trabajo. Sin embargo, me temo que debemos proceder con la operación, ¿cuándo cree que podrá traer el dinero para el trasplante?

—Estoy trabajando en ello.

Él echa un vistazo a su agenda y temo que se cumpla el peor de mis miedos.

—Señorita Miller, no quiero asustarla ni apresurarla. Soy consciente de que la cantidad de dinero necesaria es muy exigente, pero debo cumplir con las regulaciones del hospital. Podemos continuar con las quimioterapias, pero no van a dar los mismos resultados que un trasplante de médula ósea. Es importante que su hijo pueda recuperarse. Las quimioterapias tienen un límite de tiempo y tarde o temprano tendremos que realizar una intervención...

—Lo sé, y le prometo que intentaré conseguir el dinero lo antes posible —digo—. En el caso de proceder con el trasplante, me gustaría saber si tenemos un donante.

Él asiente.

—Hay un donante. Su nombre es Ingrid, tiene veintinueve años y está dispuesta a donar. Es la candidata perfecta.

—¿Podré hablar con Ingrid en algún momento?

—Una vez que se pague la operación, organizaremos una pequeña reunión para que pueda charlar con ella y conocerla.

Asiento.

—No quisiera establecer ningún tipo de límite. De todos modos, me veo obligado a darle un plazo de tres semanas para traer el dinero. Es lo único que puedo hacer.

Mierda.

—De acuerdo.

—Que tenga una buena noche, señorita —me da un saludo con la cabeza.

—Igualmente.

Vuelvo a entrar en la habitación y me siento en el sofá, acomodándome para dormir. Miro a Louis antes de cerrar los ojos. Quiero intentar hacer esto bien, solo tengo tres semanas, ¿cómo demonios voy a conseguir ciento cincuenta mil dólares en ese período de tiempo?

Voy a hacer todo lo posible para conseguirlo. No puedo rendirme, especialmente cuando se trata de él.


Los brazos de Carol me envuelven mientras llevo mis manos a la cabeza.

—Todo va a estar bien —murmura.

—Todo es un desastre.

—Conseguiremos algo, créeme.

Envié mi currículum a tres empresas diferentes y hasta ahora, no hay señales de que algo cambie. Solo llevo tres semanas, estoy en un retroceso que se siente cada vez más imposible.

—Solo tengo tres semanas —le recuerdo.

—Está bien, está bien. Mírame —hago lo que me dice—. Intentemos conseguir ese dinero, aunque sea imposible, ¿de acuerdo?

—¿Cómo?

—Tengo mis ahorros...

—No —niego—. No voy a quitarte eso, tengo que conseguirlo por mi cuenta.

—Puedo ahorrar de nuevo en unos años. Esto es importante, se trata de Louis.

—No importa. Encontraré la manera de salir adelante.

Él guarda silencio por un par de segundos y admito que eso me pone nerviosa. Nunca se sabe exactamente qué puede estar pasando por la cabeza de Carol en este momento. Nos conocimos hace muchos años, cuando ambas trabajábamos en un club como meseras. Al principio, no me interesaba construir ninguna amistad. Había aprendido a no confiar en nadie y en ese momento, ni siquiera sabía qué iba a hacer con mi embarazo, solo quería ganar dinero y ese restaurante me proporcionaba algo de dinero para pagar mis estudios y ese pequeño apartamento en el que vivía en los suburbios de la ciudad.

Terminamos gustándonos más de lo que pensé, resultó ser muy amigable. Carol tuvo un gran peso en mi vida, es ese tipo de amiga que te apoya en cualquier situación y es leal a ti sin importar qué. Marcó un antes y un después en mi vida solitaria, estuvo conmigo en mis decisiones más arriesgadas.

—¿Qué tal Hills Corporation? Escuché que están buscando una secretaria, ¿tienen una vacante?

—¿Hills Corporation?

La miro, como si acabara de decir algo realmente estúpido.

—Sí. Hills Corporation. Aparentemente, el CEO está buscando una secretaria o algo así.

—¿Crees que tengo una oportunidad en un lugar como ese?

—No pierdes nada intentándolo. Además, tienes muchas recomendaciones y experiencia en eso. Sé que no te apasiona tanto ser secretaria como la arquitectura, al menos Hills Corporation es una firma que tiene ese tipo de proyectos arquitectónicos.

Creo que siempre tuve el sueño de poner un pie en una empresa como Hills Corporation. Es conocida por ser una de las más grandes y exitosas en Nueva York. Nicholas Hills, el CEO, es quien se encarga de dirigir todo. Es bien conocido por su astucia en los negocios y su aparente frialdad a la hora de negociar. Sí, Hills Corporation sería el sueño de cualquier arquitecto. Pero tendré que tomar el puesto de secretaria, es fácil y tengo más posibilidades de ser aceptada.

—Está bien —suspiro—. Tienes razón. No pierdo nada intentándolo.

Debo admitir que la idea de trabajar para alguien como Nicholas Hills me intimida un poco. Las cosas que se dicen sobre el hombre son un poco... extrañas. Solo he escuchado un poco de lo que me cuenta Carol, que parece estar obsesionada con cualquier cosa relacionada con la familia Hills. Nicholas Hills tiene veinticinco años y es reconocido por lograr lo que pocos logran en sus veintes. Es el CEO de la empresa fundada por su padre. Es un arquitecto muy respetado y un empresario ágil.

—Entonces, enviaremos tu currículum y haremos una solicitud para ver cómo te va.

Asiento con la cabeza.

—Así es.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo