06
FRANCESCA
Me despierto emocionada, antes de que suene el despertador. Me estiro sentada en la cama mientras miro a mi amiga que duerme plácidamente.
Miro el reloj y aún no son ni las seis de la mañana.
¡Maldita sea, me desperté demasiado pronto!
Me froto los ojos y me dirijo al baño para hacer mi higiene matutina.
Mientras me cepillo los dientes, me miro en el espejo y recuerdo el beso que Fernando y yo intercambiamos ayer en nuestra reunión diaria.
—Se sintió tan bien...
No puedo esperar para repetir lo que hicimos.
Tan pronto como termino de arreglarme, vuelvo a la habitación y como todavía es temprano, decido escribir en mi diario, contando cómo fue la reunión de ayer con mi querido Fernando.
Cierro mi diario después de escribir sobre mi audacia al haber tomado la iniciativa de besar a Fernando y cómo él respondió tan cálidamente. Suena el despertador y mi amiga empieza a dar señales de que se está despertando.
Me levanto de la silla frente a mi mesa de estudio y voy al armario a buscar mi uniforme para alistarme.
No puedo esperar para encontrarme con Fernando fuera de aquí.
¿Podré tomarme un descanso con él?
Gio empieza a levantarse y cuando observa mejor, dice:
—¿Ya estás lista? Siempre eres la última en estar lista.
—Eso es un día normal, pero hoy es un día especial.
—Entendido, Fran. Hoy finalmente sabré si este Fernando es digno de mi querida amiga, después de todo solo he escuchado maravillas de él y quiero saber si todo esto es real o solo te está engañando. No quiero ver a mi amiga ilusionada llorando en los rincones por algún imbécil. Si eso pasa, voy a tener que ir tras él y darle una buena lección que no olvidará pronto.
—Te quiero mucho, amiga. No sé qué sería de mí sin ti —digo abrazándola.
—Yo también te quiero, Fran. Ahora vamos a alistarnos o nos quedaremos atrás.
—Cierto. Así que vamos pronto, porque quiero ver a mi Fernando pronto.
—¿Um, ahora es mi Fernando? Qué avance. Espero que te lo tomes con calma para que no te lastimes, no quiero verte sufrir, ya te lo he dicho.
—Puedes estar tranquila, Gio, Fernando es diferente y no me hará sufrir.
—Eso espero.
Empezamos a alistarnos rápidamente y en media hora ya estábamos listas y con el café tomado.
Ahora solo queda ir al autobús que nos espera frente a la escuela.
Estoy tan ansiosa por ver a mi amado que las mariposas en mi estómago no dejan de volar, mis manos están sudorosas y siento que mi cuerpo tiembla.
Descendimos frente a la catedral y entramos. Primero tendremos una misa en honor a Santa Ana, luego habrá la procesión y finalmente las festividades. Es entonces cuando podré tomarme un descanso con Fernando y tal vez intercambiar algunos besos más.
Nos sentamos en nuestros asientos y todo el tiempo miro de reojo para ver si encuentro a mi amado, pero nada de él.
Dios mío, ¿dónde está Fernando?
Siento un codazo en mi brazo.
—Fran, si sigues así en un rato la directora vendrá a hablar contigo. Noté que nos está vigilando. Sin mencionar a tu madre que te está mirando con una cara muy fea.
—No me importa, estoy tratando de encontrar a Fernando, pero nada de él todavía. Estoy realmente preocupada.
—Shiii, chicas. La misa va a comenzar, por favor, ahora silencio —nos regaña la madre de Gio.
Miro a mi madre que tiene una expresión seria y un dedo en la boca, pidiendo silencio, le doy una sonrisa apagada y bajo la cabeza.
Pronto comienza la música y el obispo entra en la catedral junto con los monaguillos y ministros sosteniendo la cruz, velas y el incensario.
Confieso que odio este olor a mirra, me irrita los ojos y además me sofoca, pero tengo que disimular el malestar. Sé que mi mamá está vigilando cada uno de mis movimientos, con miedo de que haga algo que pueda causar una suspensión o incluso expulsión y no quiero darle ese disgusto.
La misa sigue su curso normal y no puedo concentrarme en absoluto. Disimuladamente sigo mirando de reojo y nada de Fernando, a pesar de ver a los chicos de la escuela a la que él asiste al otro lado de la iglesia.
Entre los chicos noto a uno en particular que no me quita los ojos de encima y confieso que me molesta.
Es un chico muy guapo, a diferencia de Fernando tiene el cabello negro, ojos verdes y parece ser un poco más alto que mi amado. Es muy apuesto, no puedo negarlo, pero la forma en que me mira me incomoda.
Debe ser cosa mía, sí.
Intento prestar atención a la misa de nuevo, pero solo puedo pensar en hipótesis de lo que podría haberle pasado a mi amado para que no viniera.
Pronto la misa termina y procedemos a la procesión. Veo a Rafaella adelante junto con sus inseparables amigas y parece estar algo decepcionada.
¿Habrá tenido un problema con ese tal Lorenzo?
Hablando de él, ¿cuál de los chicos será?
—Gio, ¿quién es Lorenzo? Necesito saberlo para mantenerme bien lejos de él.
—Sabes que no lo he visto por ningún lado. Solo vi a Giuseppe, su mejor amigo. No creo que haya venido, lo cual es raro. Y Fernando, ¿lo encontraste por ahí?
—Nada, no creo que haya venido tampoco. Lo peor es que ni siquiera sé a quién preguntarle por él.
—Mira, para no llamar la atención es mejor no preguntarle nada a nadie y luego te encuentras con él por la noche en el lugar de siempre. Pero te digo que esto es muy extraño. ¿De verdad estudia este Fernando en la escuela de al lado?
—Sí, estudia, siempre está en uniforme.
—Eso no significa nada, Fran. Desde el principio te dije que esta historia era rara. Escúchame al menos una vez.
—Puedes dejarme estar atenta, Gio. Fernando tendrá que explicarme bien quién es.
—Solo quiero ver, sabe que estoy vigilando y si es un listo que quiere aprovecharse de ti, me verá.
Seguimos la procesión y todavía trato de mirar alrededor con la esperanza de ver a Fernando en algún lugar, pero nada. Sin mencionar que la plaza está llena de gente y es difícil observar cada rostro.
Hasta que siento una mano en mi hombro y me giro rápidamente para ver quién es.
—Hola, me llamo Giuseppe. ¿Qué hace una bella dama como tú por aquí? Nunca te había visto antes.
—Soy Francesca, mucho gusto. —Me vuelvo hacia adelante de nuevo y Gio me da un codazo.
—Es muy amigo de Lorenzo, ten cuidado de no tener problemas con Rafaella y sus amigas. Incluso parece que Melissa tiene un gran enamoramiento con él.
Siento una mano en mi hombro de nuevo.
—Francesca, lo siento, pero realmente me gusta hacer nuevos amigos y aparentemente eres nueva por aquí. ¿Te está gustando la escuela?
—Oh sí, me está gustando mucho. —Me vuelvo hacia adelante de nuevo y veo a Rafaella y sus amigas acercándose a nosotras.
—Peppe, querido, ¿dónde está mi encantador Lorenzo? —pregunta Rafaella pasando junto a mí y chocando intencionalmente con mi hombro.
Aparto a Gio del pequeño grupo, después de todo, cuanto menos contacto mejor y esta cercanía de este tal Giuseppe no me está gustando nada.
La fiesta está muy animada, con mucha música y comida deliciosa.
Después de deleitarme con una deliciosa lasaña a la boloñesa, acompañada de un vaso de jugo de uva, sigo con Gio hacia el frente de la capilla, aunque sea temprano es mejor quedarnos aquí para no perder el autobús.
Al acercarnos a la capilla, veo al mismo joven de la procesión con las manos en los bolsillos. Cuando me ve, sonríe y camina hacia nosotras.
—Fran, aquí viene de nuevo. Ten cuidado —dice Gio.
—Hola, Francesca, ¿verdad? ¿Me recuerdas de antes?
—Hola, claro. ¿Todo bien?
—Desapareciste durante la procesión. Pero me pregunto si podemos hablar más para conocernos mejor.
—Lo siento, Giuseppe, pero tenemos que irnos. Vamos, Gio.
—Calma, no hay necesidad de huir, no me expresé bien. De hecho, quería conocerte porque tengo un amigo que no deja de hablar de ti y tenía curiosidad. ¿Conoces a Fernando?
Cuando dice eso, me detengo en seco y me vuelvo hacia él.
—¿Conoces a Fernando? ¿Por qué no vino?
—Fernando estuvo enfermo anoche y no pudo venir, pero me pidió que te diera esto. —Muestra un papel doblado en su mano. —Ves, no tienes que huir de mí. Solo quiero saber si eres digna de mi querido amigo.
—Fran, no me gusta esto, que Giuseppe y ese Fernando sean amigos solo indica que el chico es de la clase y algún amigo de Rafaella puede estar vigilándolo —susurra Gio en mi oído.
—Tiene un mensaje de mi Fernando y necesito saber qué es. Ves, Fernando no mintió, estudia en la escuela al lado de la nuestra y solo no pudo venir porque está enfermo, pobrecito.
—Fran, luego no digas que no te lo advertí.
Giuseppe se acerca, me da un beso en la mejilla y luego a Gio.
—Bueno, Bella Francesca, aquí está la nota de mi amigo y espero que no esté jugando con su pobre corazón —dice haciendo un puchero.
Este chico no me inspira confianza, algo me dice eso, pero ignoro ese sentimiento y le agradezco sonriendo.
Veo a Rafaella y su grupo acercándose y rápidamente busco una manera de alejarme de Giuseppe. Me despido rápidamente y jalo a Gio hacia el baño.
No quiero darle a Rafaella más razones para meterse conmigo.
Tan pronto como entramos al baño y vemos que está vacío, abro la nota y sonrío al leer lo que mi amado ha escrito para mí. A pesar de estar enfermo, pensó en una manera de avisarme de su ausencia y no dejarme pensando que no quería encontrarse conmigo fuera de nuestro escondite.
"Querida Fran, mi bella, lamento no haber ido a encontrarte como habíamos acordado, pero estuve enfermo toda la noche. Creo que comí algo que no me hizo bien, pero no te preocupes que en el mismo lugar de siempre te estaré esperando cuando regreses de las festividades.
Espero que te hayas divertido y me hayas recordado.
No puedo esperar para verte de nuevo y llenarte de besos.
Tuyo, Fernando."
PD: Estaré pensando en ti todo el día, contando los minutos hasta que llegues.
Leo y releo la nota suspirando, mientras Gio solo sacude la cabeza en negativo, dándose cuenta de que no servirá de nada decirme algo.
