CAPÍTULO CIENTO CINCUENTA Y CUATRO

KYLE

TRES MESES DESPUÉS

Caminé a lo largo de mi habitación, deteniéndome frente al penúltimo perchero cerca de las ventanas, donde el sol de la tarde derramaba rayos dorados sobre el piso de madera. Mis dedos flotaron sobre varios vestidos antes de decidirme por uno—una pieza azul medianoche brill...

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