CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y SIETE

—¡Kyle! ¿Por qué sigues lavando tu ropa blanca con mi calcetín rosa?!

Silencio.

Luego, desde la cocina, se escuchó el sonido amortiguado de una cuchara golpeando una taza—seguido del “¿Eh?” más despreocupado que había escuchado en mi vida.

Bajé furiosa por el pasillo sosteniendo la tragedia teñid...

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