Capítulo 28

Ignoré sus palabras y me recosté en el sofá. El aroma del pudín de canela ya se esparcía por el aire. Mi cuerpo todavía dolía, mis ojeras se habían convertido en una segunda maleta, y mi esposa falsa se había ido al trabajo como si nada hubiera pasado. Como si no hubiera acunado mi cabeza privada de...

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