Capítulo 47

Me duché durante media hora y me vestí en cinco minutos.

Para cuando bajé, María, Aya y la Abuela estaban sentadas en la mesa del desayuno.

En el segundo en que entré, la Abuela me dio la mirada—la mirada de una mujer que sabía.

—¿Dormiste bien, cariño?—preguntó inocentemente, removiendo su té.

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