31. La leyenda

Mikael acarició ese lugar, luego se adelantó un poco mientras sus manos se deslizaban debajo de su ropa y empujaban el material hasta sus caderas. Sus manos agarraron su cintura para llevarla al borde de su silla.

—Es muy raro entre mi gente y inaudito para un humano, pero hay mujeres que tienen un...

Inicia sesión y continúa leyendo