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—Henry, debes estar equivocado —soltó Isabella de repente. Su mente estaba en caos, y aún más su corazón. En ese momento, no quería pensar en nada; solo quería irse a casa.

Tenía que encontrar a su vagabundo desempleado y preguntarle directamente. Si se atrevía a mentirle, prometió que lo golpearía...

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