Capítulo 122

La sala del consejo de la Fortaleza de Lycandor nunca había parecido tan sofocante. Estaba sentado en la alta silla de piedra a la cabecera de la asamblea, mis dedos tamborileando contra el reposabrazos en un ritmo que coincidía con los latidos acelerados de mi corazón. El aire estaba cargado de ira...

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