La prometida
Al día siguiente de la gala, Ricardo llamó a Camila muy temprano. su voz era ronca, cargada de deseo.
—Camila, no dejo de pensar en ti —dijo, imaginándola desnuda —¿Qué te parece si tenemos una cena privada en mi penthouse? Solo nosotros, te prometo una velada inolvidable.
Camila sintió asco al imaginar una cena los dos solos, pero fingió agrado.
—Claro, Ricardo, será un placer —contestó, mientras pensaba, “viejo repulsivo, esto me acerca a tus secretos, a tu ruina.”
—Perfecto, saldré a un viaje de negocios, en dos días estaré de vuelta, enviaré al chofer por ti ese día por la noche, envíame tu dirección para enviarlo.
—No te preocupes, me llevará mi chofer, mejor enviame la dirección de tu penthouse —Camila no pensaba enviarle la dirección del departamento de su amiga, donde se estaba quedando, aunque sabía que para un hombre con su poder, sería cuestión de días que pudiera investigarlo.
Camila pasó esos dos días preparando el terreno, tenía que arreglar detalles, se reunió con Jorge, el chofer, revisando documentos falsos que respaldaban su fachada de inversionista rica.
—Estás jugando con fuego —le advirtió Jorge, preocupado, la chica le agradaba, y sentía una imperiosa necesidad de protegerla de que algo malo le pasara.
—No hay otra manera —respondió —necesito acceso total, el asco no importa, aguantaré lo que tenga que aguantar para llevar a cabo mi venganza —estaba decidida, tenía que hundir a Ricardo Montenegro de la manera que fuera.
Pero no lograba sacar a Alejandro de su cabeza, su mirada, su porte arrogante, “me enciende, maldito,” pensó, furiosa consigo misma, cuando iinvestigó a Ricardo vio información sobre su hijo, pero no pensó que fuera a representar un gran problema, ahoraa sabía que sería un gran dolor de cabeza.
Al tercer día, Camila llegó al penthouse de Ricardo, su amiga le había prestado un vestido azul claro que la hacía ver irresistible, era largo, ajustado, y con un escote discreto, pero que no pasaría desapercibido para Ricardo, el edificio era lujoso, los porteros la atendieron en cuanto llegó, él ya estaba esperándola, subió en el ascensor privado, sabía que Ricardo no podría resistirse a sus encantos.
Ricardo la recibió en la puerta, sus ojos la devoraron. “Qué mujer,” pensó, con lujuria, “Es joven, y perfecta.” Le besó la mano, demorándose, excitado.
Camila contuvo el asco. “Por mi familia,” se dijo, entrando al comedor privado.
La mesa estaba lista: todo el ambiente era romántico, había velas, vino tinto, filete gourmet, Ricardo hablaba de sus negocios, con voz entusiasta, pero tal como en la gala, sus ojos permanecían clavados en el escote de Camila.
—Los inversionistas quieren estabilidad —dijo, sirviéndole vino —desde que perdí a mi esposa, me ven débil desde entonces.
En su mente, Ricardo veía una oportunidad: una esposa joven para impresionar a los inversionistas que cuestionaban su estabilidad desde que enviudó. “Ella me hará parecer fuerte". Pero sobre todo sabía que lo envidiarían por su gran belleza, una sonrisa ladina se dibujó en sus labios al pensar en eso.
Camila bebía despacio, fingiendo estar interesada en cada una de sus palabras. “Repulsivo,” pensó, “podrías ser mi abuelo”. Cada uno estaba sumido en sus diferentes pensamientos.
Horas después, cuando el vino hizo efecto, Ricardo se arrodilló, sacando un anillo con un enorme diamante.
—Cásate conmigo, Camila, sé mi esposa —su corazón latía con deseo —a los dos nos conviene hacerlo, pondré un mundo de posibilidades a tus pies, y yo obtendré una esposa muy bella e inteligente que sabe sobre negocios —con una mujer como ella, Ricardo sabía que era mejor ser sincero.
Camila sintió náuseas, había imaginado a Ricardo arrodillado ante ella, aunque no en ese contexto.
“Tocarte será un infierno.” Pero su mente le gritó que tendría acceso a todo para destruirlo.
— Sí, Ricardo, seré tu esposa —dijo, con una sonrisa falsa, ya vería después como haría para tolerar estar a su lado.
Él la besó, Camila sintió sus labios secos contra los de ella, sintió unas terribles naúseas, contuvo el impulso de empujarlo. “Por mi padre, por mi madre.” Repitió en su mente.
La noticia del compromiso voló al día siguiente. Ricardo lo anunció en una reunión de negocios, orgulloso.
—Mi prometida, Camila Soler, nos casaremos pronto —sus socios lo felicitaron, alabando sus dotes de conquistador irresistible.
Alejandro se enteró por un mensaje, explotó en rabia.
—¡Qué mierda! —gritó, tirando el teléfono —esa oportunista se casa con mi padre —recordó las palabras de ella que en tres días se daría cuenta de que había sido un error subestimarla —no dejaré que esa mujer destruya a mi padre.
Alejandro irrumpió en el penthouse esa tarde. Ricardo estaba en su estudio, sonriendo satisfecho, imaginando el día que ya Camila le perteneciera.
— ¿Qué pasa, hijo? —preguntó Ricardo, pero Alejandro lo enfrentó.
— ¡Te casas con esa mujer! ¿La conoces hace una semana y le das todo? —gritó, con los puños cerrados —padre, eres un idiota, ella te está usando —gritó furioso.
Ricardo rió, irritado.
—¡No me faltes al respeto, soy tu padre! Además ella es perfecta, Alejandro, me dará la estabilidad que necesito —pensó que su hijo era un tonto, cualquiera le pediría matrimonio a una mujer como esa, incluso el mismo día de conocerse.
— ¡Es una oportunista! —rugió Alejandro.
— ¡Cállate, es mi decisión! —respondió Ricardo —ya estoy bastante grandecito como para que alguien venga a meterse en mis decisiones.
Alejandro salió del estudio, sabía que ella solo usaría a su padre, pero por otro lado, imaginarla en sus brazos le hacía sentir furioso.
Alejandro llamó a Camila, consiguió el número con la secretaria de su padre, a quien le había pedido enviarle un arreglo de flores.
—Necesito verte, ahora —ordenó, con voz fría, temblando de furia —y antes de que te niegues, si no vienes, voy a buscarte y te traeré a rastras.
Ella sintió un escalofrío, al escucharlo, pero no se dejó intimidar, no contestó nada, simplemente colgó la llamada.
—¡Está mujer! Se atreve a desafiarme —su teléfono terminó estrellado contra el piso, la actitud de Camila lo desquiciaba.
Alejandro llegó al apartamento prestado de Camila, golpeando la puerta, de tal manera que abrió para que no fuera a tirarla, él entró sin voltear a verla, sus ojos grises lucían encendidos de rabia.
— Te casarás con un hombre que podría ser tu abuelo —dijo, acercándose, su voz era baja pero intensa.
Camila lo miró, con el corazón acelerado.
—Sí, pero tú no eres mi familia como para que te importe eso, ¿O es que te molesta por otra razón? Respondió, desafiante.
La tensión era ardiente. Alejandro se acercó más, inclinándose sobre ella..
— Me molesta porque eres una mentirosa, apareces de la nada y lo atrapas —dijo, mientras miraba fijamente su boca.
— Tal vez te molesta porque me quieres para ti —replicó Camila, levantando la barbilla.
—¿Para mí? Ja, ja, ja, ¿Acaso no te has dado cuenta de que a mi lado eres insignificante?
Se miraron con intensidad, Alejandro la tomó del brazo.
— Suéltame —dijo ella, sin apartarse.
Alejandro sentía una llama encendida dentro de su pecho, ¿Por qué demonios le pasaba eso? Esa mujer era una simple arribista, una aparecida que iba tras la fortuna de su padre.





























