El juego comienza
Camila se quedó temblando, sus manos sudaban, las apoyó sobre la mesa, su respiración era agitada, tenía ganas de gritarle a Alejandro, era una tonta, era fácil caer en su juego, y él ya se había dado cuenta.
—No puedes caer en sus redes, Camila —se repitió en voz baja —es el hijo de tu enemigo, lleva su sangre.
Regresó a su habitación, pero dormir parecía imposible, logró hacerlo hasta la madrugada, Ricardo la mandó a llamar muy temprano para el desayuno, se dio un baño rápido y se arregló, eligió un vestido sencillo.
Cuando bajó, ya Ricardo estaba esperándola.
—Buenos días —dijo Camila.
—Buenos días —respondió él, mirándola de arriba a abajo.
Le pidió que se sentará a su lado, Ricardo habló de negocios, y de juntas importantes, en cuanto se casarán, ella tendría algunas acciones de la empresa, y podría participar en ella, Camila pensó enseguida en la reacción de Alejandro, Ricardo no tenía ni idea de lo que le esperaba.
Ese día, Ricardo no salió, decidió quedarse a trabajar en casa, le pidió a Camila que lo acompañara en el estudio, mientras él trabajaba, ella hizo lo que le pedía.
Así pasó la semana, Ricardo intercalaba su trabajo en la oficina, con su trabajo desde casa, hasta que recibió una llamada, tenía que salir urgentemente de Ciudad Sol para reunirse con unos inversionistas extranjeros, Camila pensó que le pediría acompañarlo, pero afortunadamente le pidió que lo esperara.
Después de que Ricardo se fue, Camila esperó a que cayera la noche, cuando vio que ya no había movimiento en la casa, bajó hasta el despacho, si quería encontrar pruebas para hundir a ese hombre, tendría que apresurarse.
Empezó revisando los documentos que estaban en los cajones, no encontró nada que pudiera perjudicarlo, Ricardo no era tonto, esos documentos tenían que estar bajo llave.
Tenía que revisar la computadora, los archivos digitales, así que se apresuró para encender la laptop, al hacerlo, pidió contraseña.
Probó fechas obvias, su cumpleaños, el cumpleaños de Alejandro, incluso la fecha de su boda con la madre de Alejandro.
Nada.
Probó "PODER123". Nada.
"DINERO". Nada.
"RICARDO". Nada.
Estaba perdiendo tiempo, en cualquier momento alguien podría…
—¿Sigues actuando como la dulce prometida... o ya te cansaste de fingir?
La voz de Alejandro le congeló la sangre.
Estaba en la puerta, recargado contra el marco como si hubiera estado ahí toda la noche. Sin camisa, solo unos jeans que colgaban peligrosamente bajo sus caderas.
Tenía el pelo revuelto, como si acabara de levantarse, pero sus ojos estaban completamente alerta. Brillaban en la penumbra como los de un depredador.
—Yo... no podía dormir —tartamudeó, cerrando la laptop de golpe.
Alejandro entró al despacho cerrando la puerta.
—Claro, y decidiste venir a hacer turismo nocturno en los archivos privados de mi padre.
Su voz era peligrosamente suave. Como el ronroneo de un tigre antes del ataque.
Se acercó al escritorio.
—No estoy haciendo nada malo —dijo, tratando de sonar ofendida— solo quería conocer quienes son los socios de Ricardo, tengo que ir pensando en la lista de invitados.
—¿A las cinco de la mañana?
Alejandro rodeó el escritorio hasta quedar detrás de ella.
—Dime la verdad, Camila. ¿Qué buscas realmente?
Su aliento contra su cuello la hizo temblar.
—Nada, solo…
—¿Solo qué? ¿Algo que puedas usar para destruir a mi padre?
Le dio la vuelta en la silla para quedar frente a él. Sus ojos grises la taladraron.
—No sé de qué hablas —mintió.
Alejandro puso las manos en los brazos de la silla, atrapándola. Su rostro quedó a centímetros del de ella.
—Por favor, reconozco esa mirada, la he visto en el espejo toda mi vida.
—¿Qué mirada?
—La mirada de alguien que quiere venganza.
Su voz era un susurro áspero que le erizó la piel.
—Tu padre me ha tratado muy bien —dijo, alzando la barbilla con falso orgullo.
Alejandro se rió, fue una risa amarga.
—Mi padre trata bien a la gente cuando le sirven, después los aplasta como insectos.
Camila pudo notar que había dolor en su voz.
—¿A ti también te aplastó? —preguntó antes de poder detenerse.
Los músculos de su mandíbula se tensaron.
—Mi padre me hizo lo que soy, para bien o para mal.
—¿Y qué eres?
Sus ojos se oscurecieron.
—Alguien que no confía en nadie. Especialmente en mujeres hermosas que aparecen de la nada con historias perfectas.
—Entonces tenemos algo en común.
—¿Sí?
Se inclinó más cerca, ahora ella podía ver cada pestaña, cada peca en su piel.
—Los dos sabemos lo que es vivir con un monstruo.
Algo cambió en su expresión. La dureza se suavizó por un segundo.
—¿Quién te lastimó, Camila?
Por un momento, ella quiso decirle la verdad, contarle todo. Cómo su padre había destruido a su familia. Cómo había vivido doce años planeando esta venganza.
Pero no podía, era el hijo del enemigo.
—Nadie —mintió— mi vida ha sido perfecta.
Alejandro sonrió sarcásticamente.
—Mentirosa.
Llevó su mano hacia la cara de Camila, y le acarició la mejilla con las yemas de los dedos.
Pero fue como si la hubiera tocado con fuego.
Su cuerpo pareció encenderse, fue como si una descarga eléctrica la recorriera.
"Esto no puede estarme pasando pasando", pensó desesperada. "No puedes sentir esto por él".
Pero su cuerpo no le hacía caso, cada terminación nerviosa gritaba por más contacto.
—Dime qué buscas —susurró Alejandro— y tal vez te ayude a encontrarlo.
Su pulgar me acarició el labio inferior, fue un toque suave que la volvió loca.
—No necesito ayuda —logró decir, aunque la voz le temblaba.
—Todos necesitamos ayuda, preciosa.
La palabra "preciosa" en sus labios sonó como una promesa y una amenaza al mismo tiempo.
Se inclinó más, su boca quedó a milímetros de la de ella.
"Va a besarme", pensó. "Y voy a dejar que lo haga".
Pero Alejandro se detuvo.
—Ten cuidado con lo que buscas, Camila —murmuró contra sus labios— podrías encontrar más de lo que puedes manejar.
Se apartó bruscamente, rompiendo el hechizo.
Ella se quedó ahí, temblando, con el corazón latiéndole a mil por hora.
—Mi padre regresa mañana —dijo Alejandro, como si no hubiera pasado nada— te sugiero que tengas cuidado con tus paseos nocturnos.
Salió del despacho dejándola sola con sus demonios.
Camila se llevó la mano al pecho, su corazón latía tan fuerte que dolía.
"¿Qué carajo me pasa?", se preguntó. "Se supone que odio a esta familia".
Pero no podía negar lo que había sentido. El fuego que la había encendido tan solo al tocarla..
Alejandro era peligroso. No solo para su misión, si no para toda su existencia.
Al día siguiente, Ricardo regresó de su viaje.
Camila fingió que le alegraba de verlo. Le sonrió cuando la abrazó. Dejó que la besara la frente con sus labios asquerosos.
Pero por dentro, lo único que sentía era asco.
En el almuerzo, Ricardo estaba más animado que de costumbre. Hablaba de negocios, de proyectos futuros, de todo el dinero que iba a ganar.
Dinero manchado de sangre. Dinero robado a familias inocentes.
Alejandro almorzó con ellos, pero no le dirigió la palabra a Camila, actuaba como si la noche anterior no hubiera pasado.
Pero ella podía sentir su mirada.
Cada vez que levantaba la vista, él la estaba observando.
—Tengo una sorpresa —anunció Ricardo.
Dejó el tenedor y tomó la mano de Camila.
—¿Qué sorpresa? —preguntó ella, fingiendo curiosidad.
Ricardo sonrió.
—Ya hablé con el organizador de eventos. La boda será el próximo mes.
Camila sintió que el mundo se le vino encima.
¿Un mes? ¿Solo un mes?
—¿Tan pronto? —logró decir.
—¿Por qué esperar? —dijo Ricardo, apretándole la mano— ya hemos perdido demasiado tiempo.
Alejandro tenía la mandíbula tensa, los puños cerrados. Pero no dijo nada.
—Un mes es perfecto —mintió Camila— no puedo esperar a ser tu esposa.
Las palabras supieron a veneno en su boca.
Ricardo le besó la mano.
—Vamos a ser muy felices, amor mío.
Alejandro se levantó bruscamente de la mesa.
—Disculpen, tengo trabajo que hacer.
Se fue sin mirarlos.
Ricardo siguió hablando de la boda, de la luna de miel, de su futuro juntos.
Pero ella no lo escuchaba. Solo podía pensar en una cosa, tenía que evitar caer en las garras de Alejandro, y apresurarse a consumar su venganza, si no lo hacía no caería por Ricardo, si no por Alejandro.





























