Capítulo 5 Capítulo 5

Solo pensarlo me revolvía el estómago. Yo era un buen hombre, no un tipejo. Pero lo que hacía por mi empresa casi no tenía límites. Jamás quebrantaría la ley ni haría daño a nadie. Sin embargo, esto rozaba tanto la ilegalidad que me remordía la conciencia. Estaba seguro de que si Lanie se enteraba, no estaría de acuerdo con mis motivos ni con mis justificaciones.

El coche se detuvo y me acerqué, saludando con un gesto a Grayson, que salió como si fuera a abrirle la puerta a la señorita Grey, pero se quedó del lado del conductor. Le abrí la puerta y ella salió, una belleza deslizándose.

Aún llevaba las gafas puestas, pero había cambiado la bata de laboratorio por un vestido negro ajustado. No mostraba demasiada piel, pero la suficiente para atraerme. Sus curvas me llamaron la atención, pero aún más sus labios, pintados con una gruesa capa de pintalabios rojo intenso que contrastaba con su cabello negro azabache y sus ojos azules. Me quedé sin palabras por un instante.

Lanie arqueó las cejas y sonrió. —¿Estás bien? —Se acomodó las gafas con el dedo mientras yo aclaraba la garganta y le ofrecía el codo.

«Disculpa. Me has dejado sin aliento por un instante». La honestidad siempre había sido mi norma... casi. Jamás podría contarle lo de la apuesta, ni siquiera mucho después de ganarla. Ni aunque estuviéramos enamorados y destinados al matrimonio y a una vida plena. Siempre sería un secreto.

—Espero que eso sea bueno —dijo mientras la guiaba hacia la puerta. Se torció el tobillo y tuve que sujetarla, lo que provocó que ambas riéramos. El hielo se había roto oficialmente y me sentí un poco más tranquila—. Lo siento, soy un desastre. No suelo vestirme así. Tuve que pedirle prestado el vestido a una amiga.

—Bueno, estás espectacular. Si te sientes más cómoda, podemos ir a otro sitio. —Hice una pausa mientras le sostenía la puerta abierta y ella arrugó la nariz.

—Está bien. Yo... eh... Este lugar está bien. —De nuevo, su dedo se alzó hasta el puente de sus gafas y se las subió. La montura negra enmarcaba sus ojos y sentí un fuerte impulso de quitárselas para poder mirarla directamente sin que me estorbaran. Me encontré prendado de ella por segunda vez.

Era educada e inteligente, y un poco nerd, pero no me importaba. Me gustaba. Me hacía sentir que era normal. Las mujeres que solían ligar conmigo no eran mi tipo. Veían la casa, el Rolls y el Rolex falso en mi muñeca y asumían que había dinero de por medio; yo olía a cazafortunas a kilómetros de distancia. Irónico que ahora yo fuera el cazafortunas por una razón muy diferente.

—Después de ti —le dije, haciendo un gesto.

Lanie nos guio hasta la recepción y nos acompañó a nuestra mesa. Había hecho la reserva el lunes por la mañana, pero tuve que ofrecer un soborno para que me incluyeran en la lista. El sitio no era exclusivo, pero siempre estaba lleno. Había comido allí varias veces mientras intentaba conseguir financiación para Flex, pero no últimamente. Esta comida era una apuesta arriesgada y esperaba que valiera la pena.

—Le tengo su botella de Sauvignon Blanc enfriándose, señor. ¿Desea que se la sirva ahora? —El anfitrión esperó mientras yo le ofrecía la silla a Lanie. Ella se sentó y yo asentí. En un instante, él se fue y me encontré sentado frente a ella mientras desplegaba su servilleta y la colocaba sobre su regazo. No noté que llevara pendientes ni collar; solo el maquillaje recargado y los hilos plateados entretejidos en su vestido.

Era la viva imagen del desconcierto. Cuando dijo que no se vestía así, le creí. Cualquier otra mujer habría llevado joyas y al menos un bolso de mano. Parecía que había venido con las manos vacías, o quizá estaba nerviosa y se había dejado el bolso en el coche. En cualquier caso, ese look a medio arreglar era adorable. Demostraba lo auténtica que era. Y también lo sincera: el detalle de que el vestido era prestado me hizo sospechar que probablemente la misma amiga la había maquillado. No recordaba que llevara maquillaje en la presentación del sitio web.

—Bueno, Lanie, ¿qué tal tu semana? ¿Has avanzado algo más con tus insectos esterilizados?

El anfitrión regresó, nos sirvió un poco de vino a cada uno y Lanie me contó que por fin estaban viendo resultados reales en sus estudios controlados. Escuché cada palabra con atención, no porque me interesara demasiado, sino porque era fascinante. Se notaba que le apasionaba su trabajo y se entregaba a la historia con la misma pasión con la que obviamente realizaba la investigación.

Me quedé asombrada de su inteligencia. La mayoría de la gente veía a mujeres como ella y las consideraba demasiado rígidas o "perfeccionistas". Yo misma había sido así en algún momento de mi vida. Pero la Sra. Grey tenía una forma de compartir su pasión que me hizo sentir que era algo en lo que valía la pena invertir. Nuestros pantanos y humedales eran ecosistemas completos que necesitaban ser protegidos y cuidados como si fueran niños pequeños, y yo creía que Lanie Grey haría precisamente eso.

El camarero tomó nota y volvió a la cocina, pero yo me quedé embelesado, admirando su belleza y su conocimiento científico. Ward fue un idiota por insistirme en que me acercara a ella. Ya estaba deseando tener una segunda cita, y la noche apenas había comenzado. Si ella sentía algo parecido, sería pan comido. Y quién sabe, quizá hasta encontraría a mi media naranja. Lanie Grey no era una científica cualquiera, y yo quería descubrir hasta qué

punto era realmente increíble.

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