Capítulo 31.

Mica podía sentir la mirada de Atlas fija sobre ella. Él montaba guardia, firme como un soldado de guerra, sobre la punta de la gigantesca roca, desde donde podría anticipar un ataque de los enemigos, pero Mica no podía recoger el aroma de los pícaros. Se había perdido hace mucho tiempo el rastr...

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