Capítulo 38.

Mica no se movió ni un solo centímetro y Atlas la alcanzó en cuestión de segundos. Su respiración era pesada, sus ojos fulguraban como dos soles en medio de la espesa oscuridad. Él extendió la mano, como si temiera que escapara en cualquier momento o peor aún, como si temiera que se rompiera si la t...

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