Capítulo 40: Me lo prometiste, Sera.

El olor estéril del antiséptico y el pitido rítmico de las máquinas llenaban la pequeña habitación del hospital. Las luces fluorescentes brillantes iluminaban las pálidas paredes, proyectando un resplandor frío sobre la escena.

Sera yacía inmóvil en la cama del hospital, su rostro pálido y quieto s...

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