15

—¿No?—me detiene abruptamente, confundido por mi respuesta—. ¿Por qué no, maldita sea?

—¡Porque no pertenezco a tu mundo! No puedo soportar toda la atención sobre mí otra vez—levanto mi dedo para silenciarlo—. Lo sabes, Arthur. Sabes que no soy de aquí. Me gusta el anonimato, me gusta el amor, los ...

Inicia sesión y continúa leyendo