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—Vamos, Frida—le ruego.

Ella asiente.

—Entra—me ordena.

Obedezco, dándole una última mirada a través de la ventana, y antes de que arranque el coche, noto que ellos se alejan y los tres se suben a un auto. Me muerdo el labio inferior, sintiéndome nerviosa.

—¿Crees que puedas perderlos?

—Lo inte...

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