Capítulo 1 "Necesitas una esposa"

—¡Papá! —chillaron Axel y Ava, los mellizos de cuatro años y medio, al verlo cruzar la puerta.

Él se hincó en el suelo y abrió los brazos para recibirlos. Si había algo que agradecía a la vida a parte de tenerlos a ellos, era poder llegar vivo a casa cada día para verlos sonreír.

Su relación con Clhoé Sabetta, una modelo exitosa europea, solo sirvió para demostrarle lo que están dispuestas a hacer algunas mujeres por dinero. No había llegado a enamorarse de ella, pero sí llegó en algún punto desear formalizar más la relación. Alexander no quería tener hijos de forma apresurada, pero eso no fue problema para Clhoé. Esa mujer estaba ahí por una razón, y embarazarse del empresario más famoso del momento era su prioridad.

—¡Papá Ava se comió mi pony de gomita! —se quejó Axel, cruzándose de brazos mientras culpaba a su hermana.

Los tomó de la mano a ambos y fueron juntos hasta la sala de estar. Se sentó en el amplio sofá y ambos pequeños se acurrucaron encima suyo, uno sobre cada muslo.

—Princesa, ¿qué te he dicho de los juguetes de tu hermano? —le habló serio pero con voz suave.

—Es que no quería prestármelo —se excusó la pequeña, haciendo un puchero y pegando el rostro contra el pecho de su padre.

Ambos tenían el cabello rubio, heredado de su madre, y los ojos azules por parte de su papá. Demás está decir que eran preciosos.

—¿Es eso cierto?

—¡Ella tiene una gata rosa de gomita que nunca me deja tocar papá! —inquirió Axel, señalando a Ava.

—Escuchen, los hermanos no pelean, deben jugar juntos y compartir los juguetes, sino papá se pone triste y no tendrá ánimos de comprar más. Ahora estoy muy molesto, y quería llevarlos al acuario pero...

—¡Queremos ir por favor! —suplicó la niña, seguida por su hermano.

—¡Sí porfa! Prometemos que jugaremos juntos sin pelear, ¿verdad Ava!

—¡Verdad!

—¿Están seguros que pueden compartir los juguetes?

—¡Sí!

—Bien, entonces vamos a alistarnos.

Ordenó a los niños a cambiarse de ropa en compañía de la ama de llaves y aprovechó para buscar a su padre, quién pasaba casi todo el día con su esposa en la habitación. El cáncer lo había atado a la oscuridad de su cuarto, cuando la enfermedad no lo había alcanzado por completo ya su mente lo había hecho primero.

—¿Puedo pasar? —cuestionó asomándose por el espacio entreabierto de la puerta.

—Claro —dijo Fiora, su madre. Estaba sentada en el borde de la cama acariciándole una mano a Carlo—. ¿Ya viste a los niños? Llevan toda la mañana peleando.

—Ya se perdonaron, iremos al acuario.

—Por eso se comportan así, los consientes en todo. —Su madre rodó los ojos y se puso de pie para depositar un beso en la mejilla de su hijo—. Has que salga de estas cuatro paredes.

—Lo voy a intentar —no le prometió, pero haría lo posible.

Fiora se marchó, dejándolos solos. Alexander se situó al lado de la cama y lo observó con decepción, jamás pensó que un exlíder de la mafia fuese a esconderse en un cuarto oscuro detrás de la cara de una enfermedad.

—Cuando recibí mi primer disparo me dijiste que un hijo de Carlo Gabini no sentía dolor, me obligaste a aguantar cada punto a sangre fía, ¿recuerdas? —Su padre asintió, manteniendo el rostro neutro—. Que fácil se rinde un Boss.

—Eso nunca. No estoy mal, estoy aquí por un razón, ya es hora de que tomes el mando.

—No puedo —espetó negando con la cabeza mientras caminaba de un lado a otro por la habitación.

—No es cuestión de poder o no, es tu responsabilidad. Hoy fuese Sandro quien nos representara, pero esas alimañas...

—No hablemos de él, ya te dije que me haré cargo de acabar con los Martínez y con el cerdo que lo mató.

—Alex, sin el mando no llegarás a ningún lado, tienes que tomar el control, y no lo pienso discutir —aseveró, cuando su padre hablaba era imposible llevarle la contraria.

Alexander tenía una empresa y una asociación que dirigir, cada mes daba conferencias, cerraba tratos multimillonarios, y proporcionaba avances y fondos para la CIA. No se creía apto de llevar tantas cosas al mismo tiempo. De vez en cuando, cuando su padre lo necesitaba para un trabajo, no lo pensaba dos veces para cumplir, pero liderar toda una organización de mafiosos ya era distinto.

—Es demasiado para mí, no me creo capaz.

—Fuiste capaz de aguantar la extracción de tres tiros a sangre fría, por supuesto que podrás con esto.

—No es lo mismo, yo no soy como mi hermano, por algo lo escogiste a él.

No lo dijo con celos ni mucho menos envidia. Siempre había agradecido que su padre le permitiera vivir al límite del legado familiar sin involucrarse demasiado. Su más importante trabajo ahí era crear los planes perfectos e idear las estrategias de cada paso que daban los pertenecientes a la organización de su padre, con eso estaba cómodo y así pensaba permanecer.

—Lo escogí porque Sandro tenía un espíritu de liderazgo fuerte como yo, no lo pensaba dos veces para asesinar a los traidores... Pero fue demasiado impulsivo, pocas veces seguía mis órdenes, quería trabajar por su cuenta y le faltaba lo que a ti te sobra: inteligencia. Si te daba ese cargo a ti, ¿quién elaboraría los planes, las emboscadas, los secuestros de familias enteras de nuestros enemigos? Sandro me tenía a mí, tú no tendrás a nadie si sigues soltero a los cuarenta.

—No tiene sentido, me acabas de dar la razón, ahora tampoco puedo ser el próximo líder, no podría con tres cosas a la vez. Y una novia, sería el colmo.

—¿Sabes como conquisté todo esto? —le cuestinó con nostalgia, mientras iba al pasado con sus pensamientos—, gracias a la mujer que se volvió lo más importante de mi vida en mis peores momentos.

—¿Mamá? —preguntó deteniéndose frente a la cama y se cruzó de brazos para escuchar atentamente.

—Sin ella no hubiese sido ni la mitad del hombre que soy ahora, me conoció en este mundo y aún así se quedó. Es la única persona que se ocupaba de mis heridas, ni una bala de mi cuerpo fue extraída sin sus manos amorosas.

—No te puedo explicar lo cursi que te escuchas, papá.

—En mi casa me comporto como me de la gana, Alex, y si es para hablar de tu madre no tienes idea de lo que soy capaz de decir. Un Boss no vale nada si no respeta y ama a su madre y a su esposa, recuerda eso siempre.

Las palabras sabias de su padre lo hicieron reflexionar, jamás le había escuchado hablar de esa manera. En ese momento dejó de ser el hombre rudo que aparentaba frente a sus hombres y enemigos.

—Es hora de que encuentres a la mujer correcta para que te guíe.

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