Capítulo 2 "Se busca una niñera"

—No necesito a ninguna mujer para eso, bastante tuve con Chloé.

—Eso te pasó por imbécil, si le hubieras hecho caso a tu madre cuando te dijo que era una caza fortunas...

—Si le hubiera hecho caso mis hijos no hubieran nacido, así que, me alegro de haber embarazado a una interesada.

—Cierto... Alexander, no te estoy dando más opciones, estoy muriendo, y tienes que hacerte cargo. Busca una esposa, y podrás no solo con tu empresa y la dinastía, sino también con el mundo entero.

Aquello lo hizo reflexionar de manera distinta, ¿Realmente era eso lo que necesitaba? Estaba a punto de cumplir treinta y dos años, tenía unos hijos preciosos pero sentía un vacío que hasta el momento no había podido llenar. ¿A caso su felicidad estaba en una mujer? ¿Cómo volver a confiar después de lo que su ex le había hecho? ¿Cómo tomarían sus hijos la presencia de una novia en casa?

Regresó al salón sin dejar de darle vueltas al tema, y decidió dejar sus pensamientos para otro momento y concentrarse en sus hijos y en el anuncio que había hecho hacía una semana para encontrarles una niñera a tiempo completo.


El helado era la mejor medicina para todos sus males, ahí estaba ella, sentada de piernas cruzadas sobre el sofá mientras veía la novela más romántica que pudo encontrar. En ocasiones lloró con la protagonista, rió también de las escenas cursis y suspiró de envidia al pensar que esas cosas solo pasaban en la televisión.

Los golpes en la puerta reactivaron su noche, ya se imaginaba de quién se trataba, así que de un brinco fue hasta la puerta para darle la bienvenida a la única amiga que mantuvo contacto con ella después de la universidad.

La vida universitaria de Nora no fue ni siquiera la mitad de lo buena que pensó, cometió el error de seguir los consejos de sus padres y estudió una carrera que terminó por decepcionarla más de lo que esperaba. Para ser médico debía tener vocación y fortaleza mental, entre otras características, claro, pero de las dos mencionadas no tenía ni pizca. Quedarse como piedra al recibir accidentados y desmayarse cuando veía mucha sangre la hicieron repetir varios semestres, y su inteligencia no la ayudó a obtener muy buenos resultados en su último años. Dejarlo todo, discutir con sus padres y conseguir trabajo en lo que apareciera, fue exactamente lo que hizo.

—¿Qué haces así? —le cuestionó Linda, abriéndose paso al interior del acogedor apartamento.

—¿Así cómo?

—Te ves como yo cada que me dejan —señaló dirigiéndose al refrigerador. Se sirvió un vaso de agua y se sentó encima de la isla de la cocina.

Linda era preciosa, de cabello rubio, labios rojizos y delgados, media estatura y ojos avellanas. Era enfermera en un hospital privado y estaba de residente en oncohematología. Pese a lo difícil de su trabajo, y las largas horas de guardia, mantenía siempre una sonrisa característica, capaz de levantarle el ánimo a cualquiera.

Eran la una para la otra: Nora, suspicaz y atrevida a su manera; y Linda, alegre y positiva el noventa por ciento del tiempo.

—No es cierto, estoy en pijama porque ya es tarde, y el helado sabes que cura mi depresión cada vez que me echan de algún curro —aseguró con desgano, no podía creerse aún que hubiera durado tan poco.

—Pues mira, voy a ayudarte a buscar empleo, venga, que hoy es miércoles y me toca dormir contigo.

Pusieron manos a la obra y, sentadas en el sofá, dedicaron varias horas a buscar algo en lo que Nora pudiese durar más. Descartaron aquellos relacionados con lavar platos, meseras, dependientas, peluquería, enfermería, y todos aquellos en lo que la sangre y el cristal estuviesen directamente implicados. Había tenido fatales experiencias cada vez que agarraba una bandeja con vasos y platos, siempre terminaban rotos y ella despedida.

—¿Qué te parece este? —le preguntó Linda, mostrándole un anuncio donde se buscaba con urgencia una niñera.

—No lo sé, ni siquiera tengo hermanos, jamás he tratado con niños. —Lamentó, torciendo los labios.

—No hay nada que el Google no solucione. Descárgate guías de psicología infantil, mira tutoreales de cómo ser una buena madre, lo estudias todo y gualá. A demás, estudiaste sobre eso en algún semestre, seguro podrás dominarlo.

—No es tan fácil, seguro me piden mi currículo, y ambas sabemos que ni siquiera tengo mis papeles de dimisión del hospital al día.

—Tengo un amigo que tiene un amigo, que nos puede ayudar.

—Ni pensarlo Lin, gracias pero paso.

La idea de falsificar un currículo laboral la hizo estremecerse. Bien sabía las consecuencias que traería para ella si la descubrían, su padre era abogado, creció con un hombre que le recitaba las leyes cada que hacía algo incorrecto.

—¿A caso leíste la pasta que recibirás si eres contratada? —Al ver su negativa, mordió su labio inferior y giró la computadora para que su amiga pudiese mirar aquella cifra tan increíble—. Jamás en tu vida, ni siquiera vendiendo ese hermoso cuerpo que tienes, vas a ganar tanto.

Tantos ceros la dejaron atónita, mordió sus uñas ansiosa e ignoró el parloteo de Linda, quien no dejaba de insistir a su lado. ¿Y si se aventuraba a ello? ¿Qué tan malo sería desafiar una vez más a su padre? ¿Qué probabilidades tenía de salir ilesa de esa descabellada idea?

—Ups, hay un problema, bueno, uno no, tres —interrumpió sus pensamientos, mostrándole una vez más la pantalla—, no es uno, sino dos niños, un chico y una chica. El problema número tres se llama Alexander Gabini, es el padre de los mellizos y ya sabes lo que se cuenta de esa familia, uf, nena, creo que mejor seguimos buscando. ¿Qué te parece cuidar perritos en un albergue...?

—No —contestó Nora decidida, o casi, su mente no lo tenía claro, pero su corazón la impulsaba a dar el primer paso.

—¿Estás segura? —insistió su amiga, penetrándola con su azul mirada para asegurarse que no fuese un estúpido impulso.

—Sí.

—¿Y tu padre...?

—Quizá por él quiero hacerlo, lleva toda la vida usándome como una marioneta, es mi turno de hacer lo que yo quiera, y si para eso tengo que cuidar a dos niños y lidiar con un multimillonario arrogante y malhumorado...

—Y sádico, y mujeriego... Ah, y líder de una secta satánica oí decir —agregó Linda, haciendo que Nora tragara saliva con dificultad y se acomodara en su lado del sofá.

—Pues la respuesta es que sí. ¿Dónde contacto al amigo de tu amigo?

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