Capítulo 3 "La entrevista con el señor Gabini"
Acomodó por última vez su falda blanca ajustada y se aseguró de que sus pechos no pronunciaran su escote. Si se estaba presentando a una solicitud de trabajo para ser niñera, debía parecer lo más formal posible, cosa que no fue difícil para ella, ya que poseía un aspecto sencillo y admirable.
Esperó en la puerta de la ostentosa mansión luego de ser anunciada por el portero, y mientras aguardaba en el último escalón, recorrió los alrededores con la vista. Se había criado en una buena familia, y estaba al tanto de que las personas adineradas necesitaban escoltas las venticuatro horas, pero contar aproximadamente a veinte hombres custodiando la mansión le resultó exagerado.
Finalmente se abrió la puerta, recibiéndola una señora sonriente, quien con amabilidad la invitó a entrar. Sumergirse en tanta elegancia la dejó asombrada, y sus ojos admiraron cada detalle mientras fue guiada por un pasillo amplio. La criada entró al despacho, dejándola esperando afuera, y tras un par de minutos, salió para desearle buena suerte con una sonrisa amarga y marcharse tras indicarle entrar.
Nora, nerviosa, jaló la manija y cruzó el umbral, cerrando tras de sí. La oficina estaba meticulosamente ordenada, y amueblada con elegancia. Habían dos libreros y un escritorio con un hombre sentado detrás.
—Hola, soy Nora Patson, un placer—, se presentó extendiendo la mano, la cual fue correspondida con un suave apretón.
—Gerad Cross, el placer es mío, siéntese por favor —dijo señalándole el cómodo sillón, para después extenderle una carpeta.—Hemos recibido múltiples solicitudes, sin embargo, no hemos contratado aún a la persona correcta para este trabajo. La razón de esto es muy importante para el señor Gabini, él quiere a una mujer que no solo se encargue de cuidarlos, sino también, que ame lo que hace y cumpla con todos los requisitos y normas. Quisiera que me contara más a cerca de su experiencia, pero primero me gustaría que leyera nuestra exigencias y valore si se cree capaz de cumplir con cada una de ellas.
No había procesado completamente sus palabras cuando tomó la carpeta que le ofreció Gerad. Mientras leía cada línea, más se arrepentía de haber ido a la entrevista. ¿Y si la pillaban? ¿Cuál sería la reacción de ese agradable hombre si descubriera lo que ella estaba haciendo? Intentó ignorar esos pensamientos intrusivos y se concentró en los requisitos del contrato. Algunos le parecieron comunes, mientras que otros los encontró muy extraños, entre ellos, uno de los que la dejaron más confundida, fue el que prohibía salir al patio el primer domingo de cada mes después de tas tres de la tarde.
Aunque no lo entendió del todo, decidió reservarse la pregunta para otra ocasión. Los horarios eran extremos, pero entendibles. Las madres no descansan, y eso es precisamente lo que ese hombre estaba buscando: un madre sustituta con el sobrenombre de niñera como "tapadera". Comenzaría a las ocho de la mañana y terminaría a las ocho de la noche, con horarios de desayuno, almuerzo y cena, sin chance a siesta en el día. Definitivamente no querían a una mujer floja.
Otro punto que le hizo tragar saliva con dificultad, fue uno de los señalados con tinta roja: debía vivir en la mansión durante los dos primeros años obligatorios del contrato.
—¿Entonces, qué le pareció? —le cuestionó al verla cerrar la carpeta y situarla sobre la mesa. Desde que llegó había sido de pocas palabras, por lo que empezó a dejarse llevar para ganarse la buena opinión de Gerad.
—Muy justo. La verdad, no le veo dificultad alguna, estaría encantada en cuidar a dos preciosas criaturas el tiempo que se me establezca. Soy hija única, mis padres no pudieron darme más hermanos y supongo que ese deseo se está viendo reflejado en mi juventud. Creo que esta es mi oportunidad de complacer ese sueño de tener un hermano menor.
Finalmente había escuchado una respuesta llena de sentimientos, asintió en aprobación y continuó haciéndole preguntas. Para Nora, sus palabras tenían muchísima carga emocional, esa confesión no formaba parte de su red de mentiras para ganarse el empleo.
—Gerad, necesito que vayas al jardín con Víctor, Chloé está aquí y si salgo yo haré una locura. Hemos regresado del acuario y vaya sorpresa me he llevado. ¿Cómo entró?
La imponente voz masculina la hizo palidecer, repentinamente sintió ganas de salir corriendo de allí, pero la idea de hacer el ridículo frente a dos desconocidos la detuvo. Ni siquiera giro la cabeza para mirarlo, se hundió en el sillón y apresó su bolso contra su pecho, como si de esa forma escapara de la situación que ella misma había provocado.
Gerad la miró reflejándole disculpas, se levantó del asiento y Nora hizo lo mismo.
—Se... señor no lo sé, los guardias... —tartamudeó y se dirigió a mí—. Senorita Patson, disculpe el inconveniente, le agendaré otra cita para mañana...
—Estás perdiendo tiempo, vete que yo me encargo de ella —interfirió su jefe, avanzando mientras le daba la orden.
Cuando pasó cerca de la joven, su perfume recorrió sus pulmones y lo largo de su cabello le llamó la atención. Gerad se retiró rápidamente y Nora se puso aún más tensa. Volvió a sentir el impulso de irse y esta vez sí tomó la iniciativa.
—Puedo regresar mañana señor Gabini, no le robo más tiempo. —Intentó girarse sobre su propio eje, todavía sin mirarle la cara, y al dar el primer paso su voz le hizo detenerse.
—No tengo nada mejor que hacer ahora, mi tiempo es oro, aprovéchelo y siéntese.
No pudo escapar de su orden seca y clara, no estaba siendo amable por atenderla, estaba haciendo lo que mejor se le daba con las personas de su alrededor: mandar.
Se dio por vencida y regresó al sillón, no sin antes tomar un suspiro y mirar por primera vez en persona al hombre más codiciado y poderoso del país y posiblemente varias naciones del mundo entero.
La imagen que vendían en las revistas no le hacían justicia, poseía los mismos rasgos que estaba acostumbrada a ver en Internet, pero su aura atractiva y extrañamente oscura estaba a millones de kilómetros de este mundo.
Alexander la observó con curiosidad, parado al lado de su escritorio, pensó en tomar asiento pero prefirió reclinarse en la mesa de brazos cruzados. No iba vestido tan elegante, en horarios fuera de su empresa solía llevar camisas de mangas largas y pantalones ajustados.
Ella, por su parte, lucía formalmente adorable con ese traje de secretaria sensual y cara de universitaria asustada en su primer entrevista de trabajo. Con la diferencia de que hacía un par de anos que había terminado la universidad y que esa no era precisamente su primer entrevista laboral.

































