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La puerta se abrió con un chirrido.

Una enfermera entró, con una sonrisa amplia y aliviada.

—Gracias a Dios —dijo suavemente, acercándose—. Señor Bellamy, finalmente despertó.

Revisó los monitores rápidamente, luego lo miró.

—Tiene suerte, ¿sabe? Su esposa no dudó ni un segundo. Donó sangre de i...

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