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Nico salió furioso, sus pasos fuertes, rápidos y decididos.

Los guardaespaldas se pusieron firmes en cuanto lo vieron venir, pero ya era tarde.

Su puño se estrelló contra la mandíbula del primero. El hombre retrocedió, aturdido.

—¿La dejaste ir? —rugió Nico, agarrando al segundo guardia por el cu...

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