El jardín del engaño. Capítulo 3. Lo que el mal no borra.

Samir

El techo de la posada donde me quedé cerca de su cabaña. Era de madera vieja, con vetas torcidas y nudos como cicatrices, y aunque era bastante incómoda, no me importó, porque lo único que quería era estar cerca de ella.

No dormí. Solo cerré los ojos por ratos, intentando engañar al cuer...

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