CAPÍTULO 3: TE DARÉ TODO
Valeria
Regreso a casa con la mente llena de dudas. Este hombre, este tal Killian Cross… no tengo ni la más mínima idea de quién es, pero lo que me dijo… no puedo sacarlo de mi cabeza.
No sé qué hacer con su propuesta, es más, ni siquiera sé por qué rayos la estoy considerando, esto es demasiado extraño.
—Él se equivoca —murmuro para mis adentros. Sé que Alejandro me ha tratado con desprecio, que desde que nos casamos pareciera que lo único que le importa es el dinero que puede obtener de mí, pero no creo que llegue a tanto, no podría hacerme eso, no.
Un escalofrío me recorre al entrar a la casa, todo está en silencio, pero la presencia de Alejandro impregna cada rincón. Lo encuentro en la sala, está esperándome con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—¿Dónde estabas? —cuestiona con una voz seca y autoritaria.
Me obligo a mantenerme serena, a no dejar que vea la duda que ya me pasa por la cabeza. ¿Será que es cierto lo que dijo Killian? ¿Será que si lo pongo a prueba, terminará de mostrarme sus verdaderos intereses?
—Vengo del hospital.
Alejandro bufa y suelta una sonrisa cruel.
—¿De verdad crees que me voy a tragar esa mentira? —avanza hacia mí—. De ese lugar saliste hace horas, ¿a dónde fuiste?
—Pensé que yo no te importaba —murmuro.
En ese momento tocan el timbre de la casa, Walter se asoma desde la cocina y abre la puerta sin interferir. Ni siquiera me molesto en voltear hasta que escucho su voz.
—Buenos días mi… ¡Oh! Valeria, pensé que seguías en el hospital.
Giro sobre mis talones, pero ya sé bien quién es. Blake Sutton, la asistente personal de mi esposo. Nunca la consideré una amenaza hasta ahora, pero ahora recuerdo, las fotos que vi, las que me envió Killian.
Era ella… no se veía su cara, pero ahora que la veo, es su mismo cabello, el mismo cuerpo. ¿Desde cuándo me está viendo la cara de estúpida? ¿Desde cuándo me ha estado engañando con ella?
Levanto la cabeza y lo miro directo a los ojos con una determinación que no sabía que tenía.
—Quiero el divorcio —suelto sin más. No me importa que esté ella, es más, es mejor así. Si lo que dijo Killian es cierto, entonces él me va a probar ahora mismo quién es.
Alejandro parpadea como si no hubiera entendido lo que acabo de decir. Luego, suelta una carcajada burlona.
—Valeria, mi amor —dice, nunca me llama así cuando estamos solos—, ¿de qué estás hablando? Deja de bromear frente a Blake.
—No estoy bromeando —afirmo—. Quiero el divorcio, sé que ustedes dos son amantes.
Su expresión cambia, la diversión desaparece de su rostro y es reemplazada por algo más oscuro.
—¿Te has vuelto loca? Ella es solo mi asistente, yo no…
—No me veas la cara de tonta Alejandro —escupo con rabia, mientras Blake intenta no reírse. Es una desgraciada. Saco el sobre con las fotos que aún tengo en mi bolso y se las arrojo en la cara—. Ya no vas a engañarme más.
Me mantengo firme, aunque mi corazón late con fuerza contra mis costillas. Respiro hondo y sostengo su mirada.
Él levanta las fotos y suspira. Blake retrocede.
—Ah… yo, creo que mejor me voy.
—Sí, mejor lárgate de mi casa —digo con los dientes apretados, pero entonces Alejandro bufa y cuando levanta la mirada por fin se me cae la venda de los ojos y veo quién es en realidad.
—¿Tu casa? —cuestiona—, creo que te equivocas, “mi amor”.
Pronuncia esas palabras con desprecio y burla.
—Esta es mi casa y quiero que te vayas de aquí, quiero el divorcio y no volver a verte nunca más —digo todo lo que siento de una vez, aunque por dentro me estoy muriendo, esto me duele demasiado.
Un nudo se forma en mi garganta, pero me obligo a mantenerlo ahí. No quiero que me vea flaquear.
—La que se va a ir de aquí eres tú, Valeria. Si quieres el divorcio, está bien, pero no seré yo quien salga de aquí.
—¿De qué estás hablando?
Alejandro le hace una señal a Blake, ella camina como si fuera la dueña del lugar y se pone a su lado. La imagen me rompe en mil pedazos, él nunca me amó; qué ilusa fui.
—Ay mi amor, por fin podremos vivir en esta casa juntos —le dice y sin un ápice de vergüenza, lo besa frente a mí.
—¿Cómo puedes hacerme esto? —cuestiono, ya no puedo evitar que las lágrimas caigan por mis mejillas— ¡Eres mi esposo! —exclamo.
—Ay Valeria, siempre fuiste una pobre romántica ¿Crees que me casé contigo por amor? —Da un paso, acercándose más a mí— ¿Crees que yo o cualquier otro hombre se casaría contigo? ¡Mírate!
De pronto me empuja. La inercia me hace tambalear, tropiezo y caigo hacia atrás, las lágrimas corren por mi rostro sin poderlo evitar.
Me levanto con dificultad, mi vientre aún me duele por la pérdida de mi bebé, pero a él no le importa. Su amante se ríe de mí y me mira con burla.
—Ahora entiendo que lo único que te interesaba de mí era mi fortuna, pero te equivocaste, porque no pienso dejar que te quedes con nada —espeto, llena de rabia. ¿Cómo pude ser tan tonta, tan ciega?
Él sonríe con sorna y suelta un bufido.
—¿Estás segura de eso, Valeria? ¿Estás segura de que aun sigues siendo la rica heredera del impero “De la Vega”?
Su pregunta me deja fría, siento un escalofrío que me recorre el cuerpo.
—¿Qué dices?
—Si quieres el divorcio, está bien —dice con una satisfacción repulsiva—. Pero tendrás que largarte de esta casa. Todo tu dinero está a mi nombre ahora, tú me lo cediste, ¿o ya se te olvidó?
Hace dos años, cuando mis padres murieron, heredé la empresa de cultivos “De la Vega”. Era una de las mejores del país. En ese entonces, Alejandro apareció en mi vida como el hombre perfecto. Me conquistó, me hizo creer que me amaba. Me prometió un futuro juntos, una familia, un amor sincero pese a mi apariencia… y yo como una tonta le firmé todo lo que me pidió.
Confiaba en él, estaba enamorada, jamás creí que esos documentos eran para robarme mi herencia.
—No, eso es mentira, yo no te cedí nada. Tú dijiste que eran… eran solo un poder administrativo.
—¿Es mi culpa que no leyeses lo que firmaste? Ya me cediste tu patrimonio cuando firmaste aquel documento, cuando nos casamos.
Qué ilusa fui, él me hizo firmar documentos que aseguraba que eran “por el bien de nuestro matrimonio”. Me convenció de que él debía ser mi mano derecha, mi protector, el hombre que manejaría todo para que yo no me preocupara ni tuviese que lidiar con eso, pero ahora descubro la verdad.
—No, no puedes hacerme esto, es el dinero de mi familia, ¡mi dinero!
—¡Era! Gorda estúpida, ¿crees que iba a casarme contigo sin ninguna garantía? Todo está a mi nombre, todo lo controlo yo, solo tienes que darme las acciones que te quedan en la empresa y te dejaré libre.
No solo me usó, sino que me dejó en la calle. Las lágrimas siguen cayendo, pero ahora no las escondo, mi mirada es de odio puro.
—¿Cómo pude ser tan tonta? ¿Cómo pudiste engañarme tanto? —cuestiono, aunque es más para mí que para él.
Sin embargo, Alejandro se ríe con desprecio.
—Porque eres una tonta ingenua. Solo me aproveché de ti, de que estabas tan enamorada de mí —admite sin reparos.
—Te odio Alejandro Ferrer, ¡te odio! —le grito sin poder contener el llanto.
—Es mutuo, querida esposa —dice con ironía—. Ya sabes, si quieres el divorcio, cédeme la empresa. Tengo un próximo negocio con una de las compañías más grandes del país y no vas a arruinármelo.
Blake no ha dicho nada, pero su sonrisa cínica lo dice todo. Doy media vuelta y salgo de la que alguna vez fue mi casa, él no me detiene, por supuesto que no.
Apenas salgo, saco mi celular. Mi mano tiembla cuando marco el número de la única persona que ha aparecido como un ángel, uno extraño y misterioso, pero ángel al fin.
Él responde al primer timbrazo.
—Killian Cross…
—Sí, Valeria.
Tomo aire.
—Acepto el trato, seré su esposa.


























