CAPÍTULO 4: EL ACUERDO

Valeria

Vuelvo al hotel donde me cité la primera vez con él. Ya me estaba esperando, lo sabía, desde que salí de este lugar, Killian Cross sabía que aceptaría.

Intento no parecer un mar de lágrimas, pero al cruzar la puerta de su habitación presidencial, rompo en llanto. No quiero que me vea tan patética. Su asistente Marcus me ofrece una caja de pañuelos y se retira, pero Killian no dice nada.

—Lo siento —murmuro—, sé que me veo patética, pero yo lo amaba.

—Olvídate de eso ahora, mejor enfócate en nuestro trato.

Limpio mis lágrimas, obviamente Killian no va a ser mi paño de lágrimas. Ahora que lo observo bien no puedo evitar notar lo guapo que es, incluso a pesar de esa silla en la que está. Me pregunto qué le habrá pasado.

—Alejandro quiere que le dé las acciones de mi empresa para firmar el divorcio, pero si lo hago perderé todo.

—Dáselas, ya no vas a necesitarlas.

—¿Qué? Pero es el patrimonio de mi familia, no puedo ceder a su chantaje…

—No te preocupes por eso, lo vas a recuperar. —Me extiende un contrato que desliza sobre la mesa—. Estos son los términos de nuestro acuerdo.

Miro el documento aun con dudas, no sé si esto es lo correcto, no sé si estoy cometiendo otro error, pero a decir verdad, ya no me queda nada más que perder. Las palabras de Alejandro calan hondo en mi pecho… “¿Crees que algún otro hombre se casaría contigo?”… es verdad, casarme con Killian es mi única opción.

—Solo seré su esposa de apariencia ¿y ya?

—Hay algo más, necesitaré algo de ti y si no lo aceptas, no habrá acuerdo.

Siento un escalofrío recorrerme el cuerpo.

—¿Qué es?

—Deberás donarme tu sangre.

—¿Qué? No entiendo, ¿necesitas mi sangre? ¿para qué?

—En el acuerdo que te entregué está todo estipulado, uno de ellos es no hacer preguntas innecesarias.

Este hombre es más extraño de lo que pensé. Creí que solo quería una esposa falsa, pero ¿mi sangre? ¿Qué clase de loco te pide algo así? Retrocedo instintivamente, pero entonces él se echa para atrás en la silla de ruedas… ¿Será que lo que lo dejó así requiere un donante constante?

Mi sangre, a cambio de demostrarle a Alejandro que se metió con la mujer equivocada… ¿qué podría perder? ¿Mis órganos? De todos modos ahora mismo solo quisiera morirme.

—Está bien, aceptaré ser su donante a cambio de que me ayude a recuperar todo lo mío y que Alejandro se arrastre ante mí.

Él sonríe y me pasa un bolígrafo…


El divorcio se firma tres días después en una oficina fría. Un abogado lee los términos del acuerdo y entonces dejo mi firma estampada en los papeles que me dejan oficialmente libre… y en la ruina. Alejandro tiene lo que quería: mi dinero, mi empresa, todo lo que construyeron mis padres con años de esfuerzo. Me mira con una sonrisa petulante y me ofrece una despedida cruel.

—Pensé que llorarías más, que suplicarías, eres demasiado patética como para creerte la gran cosa Valeria, no lo olvides.

Lo miro sin parpadear, conteniendo el desprecio que ahora hierve en mi interior.

—Eso es lo que quieres, ¿no? Verme arrastrando ante ti como una pobre tonta, pero no te equivoques, no lo haré. Y voy a cobrarte con creces todo lo que me quitaste, vas a pagar caro haberme robado mi dinero y mi empresa.

Él se ríe, sin saber que mis planes han cambiado.

—No te las des de digna, querida, esto es lo que te mereces. Una mujer como tú no debería tener tanto dinero, te lo malgastarías todo en toneladas de comida —me dice Carolina, mi suegra; o mejor dicho, mi exsuegra.

—Yo no te he robado nada —dice Alejandro—. Tú muy amablemente me firmaste todo. Es legal y no hay nada que puedas hacer.

Salgo de la oficina donde afuera ya me espera Walter, el mayordomo de mi familia, con una maleta llena de mi ropa.

—Gracias Wal —le digo con una sonrisa que lleva de todo, menos felicidad.

—No debería aceptar esto señorita, ese hombre prácticamente le acaba de robar todo.

—No te preocupes Wal, sigue trabajando en la casa, cuídala por mí. Alejandro ya no puede quitarme más.

Él me mira con pena, Walter fue como un segundo padre para mí. Pero esto no se quedará así para siempre, voy a recuperar mi fortuna y la empresa de mi familia a como dé lugar.

Hoy la Valeria sumisa y dependiente del amor de Alejandro Ferrer, ha muerto.

Subo al auto que está esperando por mí, sé que es de Killian porque él me avisó por mensaje y mientras el chofer avanza, yo, no miro atrás.

Una media hora después el auto se detiene frente al mismo hotel. Esto que estoy haciendo es una locura, pero si me detengo a pensarlo, me voy a arrepentir. Ya lo he perdido todo así que no puedo echarme para atrás.

Cuando entro en la habitación, él está sentado en su silla de ruedas mirando al horizonte.

—¿Ya está hecho? —me pregunta.

—Sí, oficialmente estoy divorciada de Alejandro Ferrer —le digo con la voz temblorosa.

Él se gira con su silla y me mira muy seriamente.

—Bien, serás mi esposa dentro de quince días.

—¿Quince días? ¿No es demasiado pronto?

—¿Acaso no quieres recuperar tu dinero y vengarte de los Ferrer? Es el tiempo perfecto, pero antes… —dice haciendo un preámbulo, chasquea los dedos y una señorita con una caja roja y una cruz de primeros auxilios entra.

Asumo que es su enfermera personal, pero la chica se acerca a mí y me hace una seña para que me siente. La chica saca un kit de toma de muestras… así que esto es más urgente de lo que parece.

Ya sé lo que me va a hacer, pero aun así no me gusta nada. Odio las agujas.

—¿Esto será constante? —pregunto.

—Solo será un pinchazo, por ahora.

Suspiro, este hombre es más extraño y controlador de lo que parece. Me siento en la silla e intento no apartar el brazo cuando la aguja puntiaguda y fría se acerca a mi piel. Aprieto fuerte el reposabrazos de la silla hasta que mis nudillos se ponen blancos y finalmente la señorita termina de extraer mi sangre…

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