¡No te acerques!

El aullido, largo y lastimero, rasgó la noche. No era el aullido de un lobo salvaje, sino de un compañero herido. Camila se detuvo en seco, el pánico helándole la sangre como nunca antes.

Había corrido sin mirar atrás, impulsada por la adrenalina y la espera de poder zafarse de aquellos que querían...

Inicia sesión y continúa leyendo