

La hija de mi mejor amigo, mi Obsesión
Francis Wil · Completado · 103.7k Palabras
Introducción
Dorian Langdon es un influyente político de 43 años, conocido por su carisma y su habilidad para navegar en el complejo mundo de la política. Su mejor amigo, Gideon Marlowe, es un empresario exitoso que ha construido un imperio desde cero. Ambos han sido inseparables desde sus días en la universidad y han compartido muchos logros y fracasos juntos. Elektra, la hija de Gideon, acaba de cumplir 20 años, vivía sola con su madre, desde el divorcio de sus padres. En un accidente fallece la madre y vuelve a vivir con su padre. Pero ya no es una niña y Gideon no lo entiende. Así que, finalmente, se fuga para buscar independencia y nuevas experiencias, comienza a trabajar en un exclusivo club nocturno, donde se convierte en una de las bailarinas más populares. Este club es frecuentado por diversas figuras del poder, incluido Dorian. Quien, al no reconocerla, se interesa en ella y al descubrir que es la hija perdida de su amigo, se debatirá entre hacer lo correcto o lo que su corazón desea.
Capítulo 1
Capítulo 1 —Solo bailar
Dorian:
Esa mujer me había dejado bastante perturbado, por lo tanto pasé una noche bastante inquieto, pero, al día siguiente, la vida cotidiana debía seguir y con ella mis responsabilidades. Así que, luego de tomar una ducha, me dirigí al edificio del Congreso, para continuar con mis actividades como Diputado de la Nación.
—Doctor Langdon, disculpe la interrupción —dijo mi secretaria al entrar en mi oficina —aquí le dejo la agenda del día, doctor.
Y me dejó una larga lista, con horarios y lugares a los que debía ir, e inclusive gente a la que tenía que recibir en mi oficina. Pero mi cabeza no estaba para ningún tipo de reuniones, mi cabeza había quedado en esa habitación VIP. Y así pasaban mis días, y de ser un cliente habitual de ese club, pasé a ser un cliente diario y a cada vez ir más temprano. Incluso, mi ansiedad, me llevó a que una noche tuviera que esperar que abriera. El tiempo que pasamos juntos con Natasha, así me había dicho que era su nombre, cada vez era mayor. No hablábamos demasiado, ella solo bailaba para mí de una manera muy sensual. Hasta, que una noche, no pude evitarlo y me acerqué.
—Creo que ya te lo había dicho, pero bailas de maravilla.
—Sí, ya me lo había dicho —me dijo casi en un susurro —puede hacerlo conmigo, si quiere
Dijo estirando sus manos, las cuales le tomé, y de un tirón me pegó a su cuerpo. Su calor me abrazó y su aroma me embriagó. Dicen que a la gente, se le conoce el alma a través de los ojo,s yo se los había visto solo en la noche que la conocí, luego de eso, siempre los tuvo cubiertos, pero no necesité verlos, sentí que la conocía. En un momento levantó el rostro y no pude evitar pegar mis labios a los suyos, pensé que me iba a rechazar, en lugar de eso abrió su boca, para recibir gustosa mi lengua para invadirla. Junto con ese beso correspondido, mis manos comenzaron a recorrer su cuerpo. Obviamente ella no llevaba mucho la ropa, su piel era perfecta y, al roce de mis dedos, podía sentir como se
le erizaba.
—Ah… —dejó escapar en un momento
—Necesito saber algo —le dije separándome unos centímetros de ella y apoyando mis manos sobre sus hombros.
—¿Qué necesita saber, señor, pregunte? —me respondió un poco temerosa
—¿Tú estás aquí por tu voluntad o te están obligando?
—Yo estoy aquí por mi voluntad
—No me mientas, porque si te están obligando, puedo ayudarte a salir.
—Nadie me está obligando. Yo estoy aquí por mi voluntad, soy perfectamente consciente de lo que estoy haciendo.
—¿Y qué es lo que se supone que estás haciendo?
—Trabajando en un club nocturno como bailarina.
—¿Sólo como bailarina?
—Sí, sólo como bailarina.
—¿Para quién más bailas?
—Para todos…
—Sí, en el escenario —me separé un poco de ella, no sé por qué, pero me molestaba la idea de que pudiera bailar para alguien más —Pero de manera privada, ¿para quién más bailas?
—De manera privada, solo bailo para usted, señor, el encargado no me deja bailar para nadie más.
—Y antes de mí, ¿para cuántos bailaste?
—Para nadie, usted, fue el primero en solicitar que yo le hiciera un baile privado y, como ya le dije, el encargado no me deja bailar para nadie más, es el único.
Me había vuelto loco, estos días, la idea de que ella podría estarse meneando, de esa manera tan sensual, para algún otro hombre, sobre todo, que no la valorara como la valoraba yo y que alguien tratara de ponerle las manos encima, estaba prácticamente quitándome el sueño.
—¿Te haré otra pregunta?
—Las que quiera, estoy aquí para complacerlo —esas palabras hicieron que mi entrepierna reaccionara de una manera que hacía años no lo hacía.
—Precisamente, hablando de complacer; quisiera saber si, aparte del baile, ¿puedo contratar algún otro tipo de servicio de tu parte?
—Tendrá que ser más específico, cuando habla de otro tipo de servicio, porque no le entiendo.
—Bien, te seré claro, quiero saber, ¿si te puedo contratar como acompañante?
—¿Usted, quiere que lo acompañe a algún sitio?
Me reí, no sé si se estaba haciendo inocente o estaba tomándome el pelo.
—Sí, en realidad quiero que me acompañes a la cama y te acuestes conmigo, ¿fui lo suficientemente claro? —le dije de una manera brusca y ya un poco irritado.
Ella se sobresaltó y dio un par de pasos hacia atrás, hasta tropezarse en el sillón y caer sentada. Pude ver como su respiración comenzó a agitarse y temblaba de una manera imperceptible, pero temblaba.
—¿Usted, me está diciendo que quiere que sea una prostituta?
—¡No, no una prostituta, mi prostituta! Porque si dices que sí, no dejaré que nadie, aparte de mi, te toque.
—Es que… —cada vez se agitaba más, no entendía por qué la ponía tan nerviosa el echó acostarse conmigo, se supone que era su trabajo —yo soy solo una bailarina, hay otras chicas aquí para eso.
—Pero yo te quiero a ti, no veo dónde está el problema.
Y me senté a su lado. Y comencé a acariciar su pierna, la cual no dejaba de temblar.
—El problema está… —pero no la dejé terminar la frase
—¿Si es por el dinero?, pide lo que quieras, no es problema.
—No se trata del dinero, se trata de que… no sabría cómo hacerlo.
—No te pido que seas una profesional, si no que lo hagas como lo haces habitualmente con alguien que te gusta, simula que te gusto y listo
—Yo no podría hacer eso…
—Pensé que al menos te agradaba… —rezongué.
—Sí me agrada, aunque no lo he visto, me agrada mucho
—¿Entonces, Natasha, cuál es el problema? —pregunté ya un poco más enojado.
—Que yo nunca he estado con un hombre antes, entonces, no sabría cómo hacerlo.
Eso me había sorprendido, una chica de esa edad, que no hubiera tenido un novio con el cual tener un intercambio sexual, que bailara de la manera tan sensual que lo hacía y que estuviera trabajando en un club nocturno, no era algo que fuera muy lógico.
—¿Me estás diciendo que eres virgen? —no me respondió, solo asintió con la cabeza —¿Por qué estás en un club nocturno, si no es que te están obligando?
—Los motivos son solo míos, lo que le puedo decir; que estoy por propia voluntad, soy mayor de edad y nunca he tenido se*xo con ningún hombre —me moví en el sillón, como para ponerme de pie, mi intención era dejarla ir, pero ella logró tomarme del brazo e impedirlo —pero me gustaría tenerlo
—¿Tener qué cosa? —mi voz se tornó ronca y mis pensamientos turbios.
—Se*xo… —murmuró muy tímidamente.
—¿Si lo que tú quieres es perder la virginidad? —y me acerqué a su oído para murmurarle, mientras le pasaban los labios en el lóbulo —yo puedo remediarlo —Y sin decir nada más, deslicé mi mano entre sus piernas, hasta llegar a su intimidad, mientras atacaba con mi boca la suya. Me encontré con que estaba muy húmeda, lo que quería decir, que en realidad ella también lo deseaba—¡Por Dios, Natasha, estás empapada! —ella no respondía, solo jadeaba —yo puedo enloquecerte si me dejas y llevarte la gloria —le dije deslizando mis dedos por debajo de bragas para llegar hasta su clítoris y empezar a masajearlo. Cuando lo hice, metió un pequeño grito —si algo te molesta, me dices y lo dejo de hacer.
—No, no me molesta… —dijo en un gemido.
Así que continúe jugando con mis dedos, mientras con la otra mano le jalé del cabello, para poder atacar su cuello con mis labios y disfrutar del temblor de su cuerpo, mientras le daba placer. Luego de unos minutos, la observé explotar en mis manos y contra mi cuerpo, algo que hizo que también me corriera dentro de mi pantalón.
—¿Qué debo hacer, yo ahora? —me preguntó agitada, tratando de recobrar la calma. Le acaricié el cabello, con ternura.
—Nada, por hoy, has hecho más de lo que esperaba. Si quieres, mañana retomamos dónde quedamos y podremos avanzar un poco más.
—Eso me gustaría… —se puso de pie, asi que la tomé del brazo y le ayudé a llegar hasta la puerta, antes de abrirla bajó la cabeza…
—Ni siquiera sé su nombre…
—Dorian…
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