Capítulo 1. La primera traición parte 1.

Yvaine

No entiendo que me pasa, me encuentro mareada, solo bebí dos copas en la cena con mis amigas y mi prima, pero me sentaron mal. Mi prima decidió llevarme a una habitación del hotel donde vinimos a cenar, dado mi estado, ya que casi no puedo caminar, ni apenas mantenerme en pie.

-” ¿Llevo tanto tiempo si beber que dos simples copas me embriagan?”- pensé dentro de mi nebulosa.

Cuando llegamos a la habitación y con la ayuda de otra amiga, Maryori me recuesta en la cama.

-” Quédate acostada aquí que yo te veo mañana. Recuerda que estoy en la habitación de al lado, bebe agua para que no te deshidrates, espero que tengas una dulce noche”- oí que me dijo Maryori. Así que hice un esfuerzo para contestarle, aunque mi cabeza se encontraba como entre neblinas.

-” Gracia Maryi, eres genial, te lo compensare”-

-” Tranquila ya me lo cobrare mañana... ¡y esta noche!”- esta última parte lo dijo susurrando, así que no lo oí. - “Bebe esto o te deshidrataras”- continuo, y sentí un vaso en mis labios, así que tragué el líquido que mi prima me daba, suponiendo que era agua. Detecte que tenía un sabor extraño, pero pensé que era debido a mi actual estado, que ni detectaba el sabor de las cosas, así que ni me queje, no estaba en condiciones, lo único que me apetecía era dormir. Eso hice tras tragar el líquido, me acosté y dejé que el sueño me invadiera,

Me desperté porque me sentía sofocada. El calor que recorría el cuerpo y se acumulaba en mis senos y mi sexo, invadía mi garganta, mis labios y se concentraba en esas zonas. Toda yo me encontraba envuelta en fuego que me hacían agonizar, me movía inquieta por la cama, intentando aliviar ese calor. Quise desprenderme de la ropa, pero debido a mi embriagues y mi falta de coordinación no podía, esto me provocaba más estrés, así que gemía de frustración, moviéndome alterada por la cama. Pensé que iba a morir, si alguien no apagaba este fuego, nunca me había sentido así. Pero sabía, que necesitaba algo o alguien, y que esa necesidad me estaba haciendo agonizar.

Norman.

No sé qué se traía el viejo Gartner. Mientras tomaba una copa en el bar del hotel, lo vi llegar con el portafolio que, según él, le habían robado de su oficina, pero lo iba a averigua. Decidí seguirlo. Nunca nadie me la jugaba, menos un el asistente del abuelo. Mientras lo seguía, eche de menos no tener al lado a Jason, mi ayudante y amigo. Él era quien se encargaba de estas cosas, pero lo había mandado gestionar la pequeña crisis que había creado la pérdida del portafolios en el departamento de dirección. Así que, tras mandar un mensaje a mi jefe de seguridad y al personal responsable de la seguridad del hotel, continúe mi camino tras mi presa traidora. Casi estaba disfrutando del previo hasta que le diera caza, con las manos en la masa, no por nada me llaman la pantera de Nueva York. La selva que es los negocios multimillonarios de los grandes Holding Internacionales era mi terreno de caza.

No suelo ensuciarme las manos en presas san-insignificantes como es Gartner el traidor, pero si quería que mi abuelo se desengañara y viera lo que era en realidad su asistente y mano derecha, al que él había considerado su amigo por muchos años, debía jugar en el barro. Así que cuando lo vi entrar, en el ascensor del hotel, fui detrás. Cuando llegué al pasillo, lo oí hablando por el móvil, mientras caminaba hacia la habitación para reunirse con el comprador. Mis sospechas eran ciertas, me quedó claro cuando oí lo que le decía a la persona que hablaba con él, por teléfono. Un poco lo sentí por mi abuelo, pero no iba a dejar que mis empresas fueran perjudicadas por esa rata avariciosa

-” No se preocupe señorita, ya tengo el número de la habitación, le dejaré los documentos sobre la mesa, y gracias por el regalo que me ha hecho. Sé que me lo voy a pasar bien”- la sonrisa que se perfilo en la cara de ese mal nacido me dio asco.  Así que envié un mensaje a mi personal de seguridad, y la respuesta no se hizo esperar. El “ok” me confirmó que todo estaba listo, lo único que quedaba era atrapar a la rata.

Lo vi pararse en la suite 654 de la sexta planta, lo dejé entrar y esperé unos segundos mientras sacaba la llave maestra que tenía guardada en mi bolsillo, ser el dueño de la cadena de hoteles que regentaba este hotel tenía sus veneficios, finalmente me colé dentro y lo oí hablando con alguien.

-” Hola rubita, así que tú eres uno de mis pagos, lamento que te hayan tenido que drogar, porque así apenas te darás cuenta de lo bien que nos lo vamos a pasar”- en respuesta a sus palabras sólo podía oír unas pequeñas quejas.

-” ¡No, no quiero...! Déjeme...”- note que, por su voz, la acompañante, casi ni podía hablar con coherencia, estaba luchando con ella misma y con las drogas que esa rata decía que le habían administrado.

-” Encima de rata traidora, violador. ¡Tu asistente es toda una joyita, abuelo!”- pensé.

Así que, por el bien de la víctima, decidí intervenir.

-” ¿Así que es aquí donde te escondes, rata?”- le dije interrumpiéndole mientras se desnudaba.

-” ¡Presidente Miller!”- la cara de terror que se le dibujo, me hizo sonreír. Así, que mire a la cama y por un segundo quede desconcertado, sobre la cama a medio vestir y retorciéndose en su seminconsciencia, estaba la mujer más bella que había visto nunca, su cara estaba roja por lo que me imaginaba que eran las drogas que le habían administrado. Sus gemidos denotaban que estaba luchando a duras penas contra ella, para evitar ser violada, aunque por los movimientos insinuantes que hacia su cuerpo me imagine que estaba perdiendo la batalla, y pronto sedería a el fuego que la consumía.

Mi interés por la preciosa rubia fue detectado por la rata Gartner, así que intento negociar por su víctima:

-” Si la desea, se la sedo Presidente Miller, se ve que es muy fogosa, lo puede pasar muy bien”- lo miré y sonreí con peligro, el debió detectarlo que se calló y bajo la cabeza. Cogí mi teléfono y avisé para que lo vinieran a recoger. En segundos, mi jefe de seguridad, mis guardaespaldas y el personal de seguridad del hotel, lo apresaron y lo sacaron de la habitación. Yo, mientras, había cubierto a la dama con una sábana para que nadie la viera con tan poca ropa, y así poder evitar los rumores y la vergüenza de la dama.

Cuando salieron todos de la habitación, acompañando al gran traidor le dije a Martin, mi jefe de seguridad, que se ocupara de todo, mientras yo ayudaba a la dama a volver en sí.

Me acerqué a la cama, y tras destaparla, la cogí en brazos para introducirla en la ducha, con la intención de bajarle el calor que le provocaba, lo que me sospechaba, por las quejas y los movimientos que hacía con su cuerpo, la droga afrodisiaca que le habían hecho ingerir.

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