Sucediendo tan rápido

Alecia apenas había abierto los ojos cuando su teléfono comenzó a vibrar de nuevo. Lo había lanzado al otro lado de la habitación anoche, sin molestarse en verificar qué se había roto—el teléfono o la mesa. No importaba. Nada importaba ahora. Se dio la vuelta y se quedó mirando el techo, sin moverse...

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