Que me trague la tierra

Hubiera cambiado todas mis habilidades por la posibilidad de desaparecerme por tan solo unos minutos. Claro que no era posible y yo seguía allí, inmóvil, sin siquiera poder hacer la reverencia correspondiente.

Hasta que junté coraje e hinqué una rodilla en el suelo. Tuve que resistir el impulso de mirar hacia arriba para ver como reaccionaba el maldito príncipe.

—Lo siento, majestad, es mi primer día aquí… —comencé a balbucear, casi al borde de las lágrimas.

—Ya vete. —La voz del príncipe retumbó en mis oídos, era una voz severa, aunque no maliciosa, como si realmente estuviera enfadado conmigo.

George me advirtió que no hiciera algo estúpido, pero esto era enormemente lo más estúpido que alguien podría hacer. Me condenarían a muerte por molestar al príncipe, estaba casi segura de ello. No me quedaban opciones y no quería morir. Traté de pensar, Diosa luna, ¿Qué podría hacer?

Busqué activar mis dones nuevamente para sentir las emociones de los dos.

En un principio, el guerrero sintió una fuerte atracción por mí, ahora estaba más calmado…

Otra emoción se hizo fuerte. Una que no conocía del todo bien. Algo oscuro que se calaba en los sentimientos de ese muchacho. Respiré profundo para concentrarme e identificar de donde venía eso. Podía hacerlo, sí, yo lo lograría, de esto dependía mi vida. Cuando eres rechazada desde tu nacimiento, tienes que arriesgarte todo el tiempo para salvar tu propia vida. Nadie nunca hará nada por mí, yo tengo que abrir mi propio camino.

—Él te traicionará. —Solté de forma abrupta, sin pensar ni por un minuto en lo que estaba haciendo.

En mi mente, imaginaba que el príncipe me recompensaría por advertirle de un posible traidor y me perdonaría por ignorarlo.

—¿De que demonios hablas, sirvienta? —preguntó el guerrero, al ver que yo osaba señalarlo con el dedo índice.

El rostro del guerrero que era tan guapo, pareció desfigurarse ante mi acusación. Me estaba arriesgando, estaba prácticamente condenándome a muerte yo misma. No me importaba en este momento, porque yo solo tenía que sobrevivir y leer las emociones de la gente siempre me hacía sobrevivir.

La traición y los malos sentimientos eran notorios para que yo los reconociera porque eran más amargos, sentía en mi cuerpo un sabor metálico, una sensación diferente. Estaba casi segura de que el iba a traicionar al príncipe muy pronto.

—Kyle es mi mejor amigo. —dijo el príncipe, mirándome con rencor, aunque podía sentir su corazón latiendo rápido.

—No… Estoy segura de que… —comencé a insistir, el me interrumpió.

—Vete, si valoras tu vida. —El príncipe me enfrentó, colocándose delante de mí, me hizo sentir como mi piel se erizaba de pies a cabeza, me estaba observando tan fijamente.

No podía dejar de mirarlo, aunque estaba albergando el miedo más grande que sentí en mi vida.

—No vas a dejarla ir ¿O sí? Soy tu maldito mejor amigo desde que tenemos cinco años, Skaw. —Kyle miró a Skarow con un rencor creciente, sus ojos estaban enrojecidos por la rabia.

—¡Vete ahora! —gritó el príncipe, como si quisiera que me fuera de inmediato para que no hubiera más consecuencias, incluso pude sentir su preocupación y eso llamó mi atención.

Salí corriendo lo más rápido que pude escaleras abajo y me tropecé con otro de los meseros que llevaba una bandeja con el desayuno. El ruido de las tazas estrellándose contra el suelo inundó toda la torre. El sirviente comenzó a insultarme y a gritar que me había vuelto loca para dar la alarma a los demás que venían de las cocinas con las grandes bandejas con comida.

Lo había echado a perder todo. Las lágrimas corrían por mis mejillas y traté de seguir corriendo sin flaquear para que no me atraparan. Llegué a la entrada principal de la torre donde todo mundo me observaba furtivamente como si supieran que pronto me iban a matar.

Escuchaba los murmullos sobre mí. Era evidente que sabían que estaba huyendo y no faltaría mucho para que alguien me capturara.

Tom estaba en la entrada, delante de la puerta, mirándome con una expresión triste. Su angustia fue tan fuerte que pude sentirla en mi corazón también.

—¿Qué hiciste Veyra…? —preguntó. —Hiciste que se cayera el desayuno de la reina madre…

Casi era para reírse. Ojalá solo fuera eso. Salté sobre Tom abrazándolo porque estaba segura de que sería la última vez que lo vería antes de morir. Al menos pude ver a mi mejor amigo, aunque no a Marie.

El no comprendía nada de lo que estaba sucediendo. No hasta que el rugido llegó a nuestros oídos y un enorme lobo de color gris saltó sobre mí derribándome de forma violenta. Reconocí los ojos de Kyle. Eran idénticos a los de su lobo.

Clavó sus garras en mí hombro y me arrastró por el suelo.

—A las mazmorras bonita, vamos a divertirnos mucho. —gruñó, clavando sus garras más profundo provocándome un alarido de dolor.

Mi sangre comenzó a regar el suelo como hilos delgados. Las garras me estaban lastimando mucho y me ardía la piel. El me arrastró con una velocidad impresionante, haciendo que me golpeara con las rocas del jardín hasta que llegamos a un sótano que estaba cubierto de rejas. Esta debía ser la mazmorra de la que hablaba, el miedo era casi tan grande en mi cuerpo como el dolor por las heridas.

El sótano era imponente, de roca solida y los barrotes eran gruesos e imposibles de burlar. No escaparía ni en un millón de años. Me arrojó hacia una habitación dentro de la mazmorra que tenía más barrotes todavía y un colchón sucio en el suelo. Fue una ironía dolorosa porque en la casa de los sirvientes a veces ni siquiera tenía un colchón para dormir.

Kyle me observó desde afuera de la habitación a través de los barrotes y luego entró, cerrando la puerta para que no pudiera escapar.

—No tiembles tanto, pequeña. —Comenzó a decir, al tiempo en que regresaba a su forma humana.

Volteé para no verlo desnudo. Al volver a su forma humana no contaba con ninguna prenda de ropa y su enorme figura me hacía sentir todavía más nerviosa. Tenía la espalda musculosa al igual que todo su cuerpo. Alcancé a ver que tenía tatuajes en ambos brazos, la espalda y el cuello.

—Voy a divertirme contigo. Tal parece que tienes un secreto ¿No?  —su voz se hizo más suave, pero me daba más miedo todavía.

Me obligó a ponerme de pie sosteniéndome como si no pesara nada. Sentí mi cuerpo pegado al suyo. Yo temblaba de pies a cabeza y trataba de no mirarlo porque no podría evitar ver su desnudez.

—Voy a descubrir tu secreto. —Kyle me miró a los ojos fijamente, obligándome a hacer lo mismo. —Voy a tener todo de ti, sirvienta.

Pasó su mano por mi rostro como una amenazante caricia y luego, bajó hacia mi camisa desprendiendo uno por uno los botones.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo