La duda en la amistad
Punto de vista de Skarow
¿Quién era esa sirvienta? Estoy seguro de que jamás en mi vida la había visto. Hubiera recordado ese rostro, ahora no la sacaba de mis pensamientos a pesar de todo eso que pasó. Debía ser alguna clase de broma o una lunática que mi amigo envió para fastidiarme. Kyle y yo éramos amigos desde que éramos niños y solíamos bromear siempre.
“El te traicionará.”
Esas fueron las palabras de la chica y en sus ojos no leí mentiras. Pero era una tontería pensar que Kyle me traicionaría cuando era mi mejor amigo. Pensé en mi padre, el quiso desde siempre que tuviera en quien confiar y me rodeó de lobos poderosos para forjar una manada invencible.
Miré a mi alrededor. Mi cuarto estaba lleno de los tesoros recogidos en mis conquistas. Había tenido cuatro conquistas que me dieron mucha riqueza y eso poco me importaba ahora. No me quitaba de la mente las palabras de esa sirvienta.
Si era sincero tampoco me quitaba de la cabeza sus ojos. Los veía cada vez que cerraba los ojos. Se asentaba en mis pensamientos haciendo que todo lo demás se viera insignificante.
Le advertí que se marchara corriendo porque temí que Kyle le hiciera daño. Me traté de convencer de que solo se trataba de una broma y ahora la chica simplemente dejaría el teatro. Seguramente Kyle la contrató para que me ignorara o algo así. Al ser una belleza así era evidente que me pondría de mal humor que no me tomara en cuenta. Nunca me había sucedido eso. Mi aura de Alfa volvía locas a las damas apenas se acercaban.
Ella ni siquiera me reconoció, por eso tenía más sentido pensar que no era de aquí. Si bien yo no recordaba a los sirvientes, la recordaría a ella. Esos ojos azulados y violetas eran imposibles de no notar. Su cabello castaño… No quería recordar su cuerpo, eso me hacía querer perseguirla, porque tenía una sensualidad que con solo echarle una mirada ya mi excitación se disparaba.
Pensé en ella otra vez y sentí una punzada de dolor en la cabeza. Tosí para aclararme la garganta.
—¿Le sucede algo? —preguntó una voz a mis espaldas.
Reconocí la voz de Sasha, una de mis amigas y parte de las guerreras de la manada.
—Tengo un poco de jaqueca, nada más. —suspiré y me arrojé sobre uno de los sillones.
—Dicen que eso sucede cuando encuentras el amor. —Sasha sonrió, entrecerrando los ojos y sus mejillas se pusieron rojas. Su cara roja contrastó con su pelo rubio casi blanco.
—No creo que eso suceda. —puse los ojos en blanco.
Desde que cumplí la mayoría de edad quise buscar a mi pareja predestinada y eso solo fue un fracaso. Cada vez que salía con una chica terminaba rompiéndole el corazón porque me aburría de ella.
Sasha trató de hablarme por un rato para reconfortarme. Y lo que pasó me dejó más confundido. Cada vez que me hablaba, imaginaba que ella era la sirvienta. Imaginaba que la podía mirar fijamente y tocaba su cuello, pasaba mis manos por sus hombros hasta desprenderla de las prendas que llevara puestas y observaba su cuerpo desnudo, deslizando mi tacto por toda su piel…
Otra puntada de dolor me invadió, esta vez haciendo que soltara un alarido.
—Joder, mi príncipe, debe ir al doctor. —dijo Sasha, rodeándome con su brazo y poniendo su mano en mi frente para tomarme la fiebre.
—Mejor vete. —solté, fastidiado. —Pero hazme un favor. Quiero que investigues sobre una sirvienta que está atendiendo a Kyle. Creo que el tonto me jugó una broma, pero quiero estar seguro…
Busqué sonreír fingiendo para que ella tuviera una motivación. No era un ingenuo, sabía que Sasha estaba enamorada de mí desde que éramos niños. Pero yo no le correspondía, la consideraba solo mi amiga y no quería lastimarla como a todas mis otras novias. La atracción solía durarme como mucho un mes. Una vez que calmaba mi deseo sexual dejaba atrás todo sentimiento.
—¿Ha ocurrido algo con ella? ¿Por qué te interesa? —preguntó con interés, sus mejillas seguían enrojecidas y sus ojos brillaban cuando me enfocaba.
—No te importa. Obedéceme. —sonreí, mi aura de alfa hacía que se sometiera casi por instinto. Retrocedió unos pasos a pesar de su curiosidad.
Sasha se fue obedeciendo a mi pedido, dejándome a solas en mi cuarto. Apagué las luces para tratar de dormir.
Maldita sea, esa chica iba a volverme loco. Su voz se filtraba en mis pensamientos. Dibujaba en mi cabeza su silueta, me imaginaba tocando su cabello y acercándome para olfatearla. Eso me provocó una erección incontrolable.
A pesar de que traté de frenar ese deseo no logré impedir que mi imaginación siguiera creciendo.
En mi mente, la sirvienta estaba enteramente desnuda y me pedía que me acercara. Yo lentamente iba hacia ella, besaba su cuello y bajaba recorriendo con mi lengua sus senos. Hacía círculos alrededor de sus pezones hasta que comenzaba a succionárselos y metía mis dedos en su coño para ver lo empapada que estaba allí abajo.
—Maldición. —solté, mientras tenía mi polla dura y procedí a estimularme con mi mano mientras pensaba en ella.
Quise llamar a Sasha de vuelta para que me ayudara a calmar mi excitación, sabía que era incorrecto, pero me estaba volviendo loco. Quería penetrarla, aunque fuera imaginando que era esa misteriosa sirvienta, o al menos que jugara con mi polla hasta que yo terminara. Diosa luna, quería cerrar los ojos y fantasear con que me estaba follando a esa castaña.
Al pensar en penetrarla, colocándola a cuatro patas en mi cama, el deseo fue reemplazado por otro profundo dolor de cabeza. Esta vez fue como si me clavaran un jodido puñal en medio de la frente.
—Ah… —sujeté mi cabeza con mis dos manos.
Tal parece que era alérgico a lo que los demás llamaban amor. Nunca sentí dolor por una batalla o que me hicieran sangrar. Pero pensar en esa sirvienta provocaba en mi un sufrimiento terrible.
Escuché que alguien se acercaba. Reconocí el aroma de otro de mis sirvientes, que debía estar trayendo la cena.
Busqué estabilizarme y olvidarme de lo que acababa de pasar. Pronto sería el rey Alfa de esta manada. Suspirar por una sirvienta no era sensato, tenía un mundo entero por hacer temblar.


























