La sumisa de los hermanos Miller

Linda Jones, observa la carta del banco con lágrimas en los ojos. La leé una y otra vez, tratando de convencerse a si misma de que nada de lo que ahí dice es cierto. El banco les ha dado dos semanas de plazo para pagar la deuda pendiente, con cargos adicionales por mora, de lo contrario, su abuela y ella serán desalojadas y la casa será rematada por el banco.

La deuda actual ascendía a diez mil trescientos dólares, más la cuotas de 2 mil dólares que debían seguir pagando por al menos quince años más. Linda acababa de cumplir los veinte años, trabajaba de camarera por las tardes y por las mañanas trabajaba de limpieza en un mall. Aún así, ambos sueldos eran miserables.

Desde pequeña vivía con su abuela materna, ya que su madre nunca la quiso y cuando apenas tenía cuatro años la abandonó para irse con un hombre a Canadá. Su abuela toda la vida trabajó para darle lo mejor, pero Susana, era una mujer de 72 años y su cuerpo ya no resistía para esos trotes, sin mencionar las enfermedades que la pobre padecía.

Susana tenía una mísera jubilación, la cual alcanzaba escasamente para pagar sus tratamientos médicos y medio comprar las medicinas. Si el banco las desaloja, ellas no tendrían donde ir y solo pensar en esa alternativa a Linda se le revolvía el estómago.

Apretó los ojos con fuerza, tratando de retener las lágrimas. No podía mostrarle esa carta a su abuela, temía que la sola noticia le provocara un infarto.

—Linda, querida, ¿estás bien? —Preguntó la anciana con voz cansada.

—Si abuela, ¿necesitas algo? —Disimuladamente limpió aquellas lágrimas rebeldes que habían escapado de sus ojos color miel.

—No, solo me levanté para estirar un poco las piernas. Siento que la cama me está consumiendo. —La anciana se acercó a la mesa del comedor, por lo que Linda arrugó la carta y la guardó rápidamente en el bolsillo de su pantalón.

—Pero abuelita, sabes que tienes que descansar. Son las órdenes del doctor. —Rapidamente se puso de pie y alcanzó a su abuela, rodeándola con sus brazos.

—Pero Linda, estoy preocupada. —Se dejó guiar por su nieta hasta la habitación. —Tengo miedo de que el banco nos quite la casa, ¿qué haríamos nosotras dos en la calle?

—No te preocupes por eso, ayer fuí al banco y pedí una prórroga. —Ayuda a su abuela a acostarse y la arropa —me dieron la opción de repactar la deuda en cuotas mucho más bajas, será así hasta que nos arreglemos.

—¡Eso es fantástico, Linda! —La mujer se emocionó hasta las lágrimas. —Tenía tanto miedo hija mía.

Linda sintió un nudo en la garganta, por lo que no pudo decir absolutamente nada, simplemente abrazó a su abuela con fuerza.

°°°

Linda se encontraba desesperada, a una semana de que la hipoteca de la casa venciera no había logrado reunir ni un solo dólar. Para ese entonces la desesperación era tal, que estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario. Era tanta su angustia y frustración, que no se atrevía a mirar a su abuela a la cara.

Linsy, su única amiga, a quien conocía desde el jardín de infantes, le dió una posible solución, solución que a pesar de ser inmoral a los ojos de la sociedad, para ella era una salida rápida.

—Pero Linda, deberías aprovechar tus atributos físicos. ¡Mírate mujer, eres preciosa! Ya quisiera yo ser la mitad de hermosa que tú, porque créeme, no me estaría muriendo de hambre en esta pocilga. —Suspira resignada, —pero ya ves, la vida fue una perra conmigo, no me dotó de belleza.

—¿Pero que saco con ser bonita? No tengo estudios universitarios y trabajo todo el maldito día como una esclava para comer arroz y fideos todo el maldito mes. —Se hundió un poco más en el destartalado sillón de su amiga. —¡Estoy desesperada, Linsy! En una semana vendrán los del banco a desalojarnos.

—Hay un sitio web donde se encuentran los hombres más ricos de este país, hombres generosos y dispuestos a compartir su dinero con mujeres hermosas y necesitadas. —Chilla emocionada al momento que se sienta a su lado.

—Ya, todo muy bonito, ¿pero a cambio de qué? —Centró su total atención en su amiga.

—La respuesta es más que evidente, ellos a cambio buscan compañía y mucho sexo. —Esboza una amplia sonrisa.

—Pero nunca he estado con un hombre y me da miedo... —Balbuceó avergonzada.

—Oh Linda, vamos. No me vengas con eso, ya no se usa el ser virgen hasta el matrimonio, aprovecha tu belleza. —Sostiene a la chica de la barbilla con suavidad. —Mujer, tienes una cara de muñeca de porcelana, esos hermosos ojos color miel, esa boca que parece operada, tus largas y onduladas pestañas, ese cabello largo y cobrizo, tan sedoso al tacto. Y por sobre todo, ese tremendo cuerpazo que te gastas. Cualquier hombre estaría dispuesto a pagar la deuda que tienes y a tenerte como una reina a cambio de poder f@llart3 y tener exclusividad.

—En otro momento de mi vida te hubiese mandado al diablo, pero ahora estoy desesperada Linsy. —Muerde su labio inferior, la incertidumbre se refleja en su rostro. —Dime cuál es ese dichoso sitio web para crearme un perfil y ver si encuentro algo antes de que el banco hipoteque mi casa.

—¡Esa es la actitud, amiga! —Exclama con entusiasmo la morena.

°°°

Linda, cuando salió del trabajo se fue a toda prisa a su hogar. Al llegar, saludó a su abuela, le dió de cenar y se encerró en su habitación al terminar con sus quehaceres. Necesitaba encontrar al candidato perfecto antes de que el plazo se venciera y no se dormiría hasta tener una cita agendada para el día siguiente.

El sitio web se creó un perfil gratuito, ya que no tenía cómo costear uno pago, subió algunas fotos de ella en bikini, otras en ropa cotidiana y por último, dos fotos en ropa interior. En su perfil escribió claramente lo que buscaba y una vez todo listo lo público.

Aquella noche recibió diversas propuestas de hombres de todas las edades, pero una de todas ellas logró llamar su atención. "Busco mujer joven, atractiva, de buen cuerpo, para realizar quehaceres en mi hogar y brindarme exclusividad y todo tipo de servicios sexuales. No existirá compromiso emocional de por medio y se otorgará una alta remuneración mensual."

Rápidamente ingresó al perfil del hombre, por lo que podía ver en el sitio web era bastante joven y muy atractivo. Su nombre de usuario era Baphomet y no había mucha información que rescataron. En la mayoría de las fotografías publicadas en el perfil el hombre salía con la cara cubierta, pero había algo característico en él, aparte de su buen cuerpo, tenía el brazo izquierdo tatuado con símbolos y jeroglíficos.

Decidió apuntar su número y a la mañana siguiente, apenas abrió los ojos, lo llamó.

—Diga —una voz ronca y masculina se escucha desde el otro lado de la línea.

—Hola, soy gatita sumisa, la usuaria del sitio web de encuentros. —Dijo con cierta timidez, sintiendo su corazón golpear con fuerza.

—Sé perfectamente quién eres ya que fue la única que le dejé mi número. ¿Estás interesada en mi propuesta? —Fue directo al grano.

—Si, me interesa.

—Perfecto, te mandaré la ubicación de mi casa. Te espero a las 15:30. Se puntual, no me gusta esperar. —Cortó la llamada.

Vaya genio se cargaba Baphomet, linda resopló resignada y se sobresaltó al sentir vibrar su celular. Él le había mandado la ubicación de su casa y un escueto mensaje que decía: "mi chofer pasará por ti a las 15 horas. No te molestes en mandarme tu dirección, ya lo sé todo de ti."

Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza, el famoso Baphomet daba miedo, aún así, no estaba dispuesta a retractarse.