Capítulo 2 Capítulo 2

Allison

Él me llevó hasta su cama, estando allí, retiró su corbata y amarró mis manos con ella. Para empezar a desnudarse frente a mí.

Miré el reflejo de mi imagen en el espejo sobre la cama, era excitante verme de esta manera, sin pudor, sin vergüenza, siendo yo misma disfrutando del deseo que podía provocar.

Las venas de su falo se marcaban, este palpitaba completamente erecto. Apreté mis piernas al mismo tiempo que sentía la necesidad de tenerlo dentro de mí.

Sin dejar de observarme fijamente ni un solo segundo terminó de desvestirse hasta quedar completamente desnudo. Sentía que ese par de ojos me penetraba, me atravesaba.

Quería vengarme… y él era la venganza perfecta. Follar hasta olvidarme del idiota con el que me iba a casar.

Cerré los ojos cuando sentí como cada una de las prendas que cubría mi cuerpo en ese momento era retirada. Sin poder mover mis manos, me ayudaba moviendo la cadera para que terminara de retirar hasta la última prenda.

Él me observó de arriba abajo, apreciando lo que tenía enfrente.

Al sentir su mirada cargada de lujuria sobre mí, cualquier inseguridad sobre mi cuerpo desapareció.

Su mano cubrió por completo uno de mis pechos, mis pezones estaban erectos, perfectos para ser degustados en el momento.

Cerré los ojos cuando sentí la humedad de su boca contra mi piel. Mi piel estaba totalmente erizada, mi cuerpo no mentía ante lo que estaba sintiendo, estaba absolutamente mojada.

Su boca devoró por completo mis senos, lamió y mordió con sutileza. Sentía mis mejillas sonrojadas, estaba disfrutando tanto sus caricias, como su lengua jugaba con mis pezones, como sus manos paseaban por mi cuerpo… como sus dedos se clavaban en mi piel.

Se separó de mí, y sin esperar más tiempo devoró mi boca. Sus besos eran feroces, adictivos que me dejaban fácilmente sin aliento.

Sus dedos volvieron a rozar mi clítoris, estaba hinchado, necesitado, deseoso.

Se alejó solo unos cuantos centímetros y me giró haciendo que mi rostro quedara apoyado en la cama, y que mis piernas sostuvieran todo mi peso, mis manos estaban en mi espalda atadas y a pesar de estar completamente expuesta ante sus ojos, ante su mirada que me estaba desarmando, lo único que me importaba era poder sentirlo.

Escuché el sonido del preservativo, apreté mis ojos cuando por fin me penetró. Sentí su falo palpitar dentro de mí, sentí su grosor generando una opresión en mi pecho.

Su pelvis comenzó a moverse sin piedad, su sexo golpeaba contra el mío una y otra vez.

Me daba con fuerza, sosteniendo mi cadera a medida que sus estocadas eran fuertes y profundas. Mordí mis labios ante ese cosquilleo en mi vientre, él seguía golpeando su pelvis contra la mía.

Un gemido gutural salió de mi boca cuando el orgasmo llegó con fuerza, él se movió unas cuantas veces más hasta que se detuvo. Pude sentir su cuerpo tenso liberando toda la presión que su cuerpo contenía.

Mis piernas estaban débiles, ni siquiera podían sostenerse por sí mismas.

Mi respiración era errática, mis sentidos estaban alertas… y yo estaba hecha un caos.

Él me liberó y me ayudó a ubicarme. Cuando me nivelé y él también lo hizo me puse de pie y comencé a recoger mis cosas y vestirme con una rapidez que desconocía.

Él sacó una tarjeta de su mesa y me pasó aquel papel.

—Si quieres volver, llamame antes —habló con arrogancia, esa que había omitido antes.

Sin mirar el papel, lo dejé caer al suelo. Me terminé de vestir y me acerqué a él dejando un beso casto en sus labios.

—Dijimos sin nombre… y esto no se volverá a repetir.

Él esbozó una sonrisa perfecta, era obvio, él era el típico hombre seductor con el que cualquier mujer podía volverse loca.

—Fue un placer —estiré mi mano despidiéndome. Él imitó mi acción y sin más salí de allí.

Salí de allí con mi cuerpo satisfecho y mi corazón un poco aliviado… al menos por unas cuantas horas.

Lo más difícil del engaño es tener que enfrentarlo, tener que verlo a diario. En estos momentos creo que trabajar en el mismo lugar que él no es la mejor idea.

Llegué temprano hasta la oficina, mi jefe a pesar de ser un hombre que está a punto de pensionarse, es un hombre amable y bastante considerado conmigo.

Como de costumbre organicé todas las cosas antes de que el señor Evans llegara a su oficina, mientras cruzo los dedos para no encontrar a Harry, lo último que quiero ahora es ver su cara. Siento que si eso sucede, los recuerdos de él con mi amiga aparecerán en mi cabeza y lo que menos quiero es llorar, no de nuevo.

—Llegaste temprano Allison —me sobresalté cuando mi jefe entró apoyado del bastón—. ¿Tienes mi café?

—Sí, con dos de azúcar como de costumbre.

Él me miró como si me estuviera analizandome.

—Parece que no tuviste una buena noche —dijo y se acomodó—. Quiero que reúnas a los accionistas, y a los miembros de la junta, tengo una noticia importante que darles. Lo más pronto posible, quiero irme a descansar.

—Por supuesto —respondí fingiendo una sonrisa.

Tenía que buscar a Harry, hablar con él y soportarlo.

Salí de allí y busqué a las personas una por una, para luego organizar la sala de juntas. Me hice cerca de mi jefe escribiendo cada uno de los puntos de la junta. Sentí la presencia de Harry, sentí su mirada cuando entró junto con ella, su secretaría, mi mejor amiga… o bueno, eso era lo que creía.

—Los cité aquí porque tengo una noticia que darles —dijo mi jefe sacándome de mis pensamientos—. Debo ausentarme de la empresa, mi salud no está muy bien. Por eso quiero que sepan que desde ahora mi hijo estará a cargo de la empresa.

Giré mi rostro cuando la puerta se abrió, palidecí cuando vi al hombre que entraba con imponencia. Sentí como mi cuerpo se puso completamente frío al verlo, como si acabaran de lanzar una cubeta de agua helada sobre mí.

—Les presento a mi hijo, James Evans.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo