Casate

Las campanas de la iglesia ya no sonaban, pero aún sentía su eco rebotando en mi pecho.

Estábamos afuera, frente al viejo pórtico de piedra, con el cielo despejado y un leve viento que mecía el vestido blanco que llevaba. La luz del sol iluminaba a Axel, que dormía tranquilo en mis brazos, sin s...

Inicia sesión y continúa leyendo