La guerra

Hay una calma espantosa en la antesala del horror.

Una quietud que presagia la tormenta.

Y yo la sentí.

La respiré.

La viví.

Después del ataque en la carretera, Kendell no me dejó sola ni un solo segundo. Me trajo a su casa. Blindó el sistema de seguridad, cambió el personal, instaló cámaras, sens...

Inicia sesión y continúa leyendo