Isabella Lesters

El grito salió de mi pecho antes de poder procesarlo. El líquido caliente recorriendo mis piernas era la señal más clara, más brutal, más definitiva: había llegado la hora.

—¡Kendell! —grité, temblando—. ¡La bebé…!

Su rostro, que segundos antes estaba enfrentado al de Liam en un mar de rabia conte...

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