La recepcionista, llorando.

—Señora Ana… por favor…

Pasé de largo.

Corrí por el pasillo y abrí la puerta de la sala de juntas de golpe.

Liam estaba allí. De traje. Rodeado de ejecutivos. Alguien hablaba en una pantalla.

—¡Tú, maldito hijo de puta! —grité con la garganta desgarrada, la vista borros...

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