¿TENTACIÓN?
[JULIETA]
Diría que duele fingir que todo está bien cuando claramente no lo está. Diría que es agotador, que dan ganas de huir o de gritar que esto no es real. Pero no.
Con Mateo, todo se vuelve increíblemente sencillo.
Él tiene esa capacidad de hacerte sentir segura, de hacerte creer que eres la mujer más hermosa y fascinante del mundo, incluso cuando sabes que hay otras más preparadas, más bellas, más divertidas. Pero cuando te mira como él lo hace, cuando te sonríe como si no existiera nadie más, todo eso deja de importar. Incluso el hecho de que mi ex y su prometida estén sentados justo frente a nosotros, mientras terminamos de comer el exquisito tiramisú que pedimos.
—Se los ve muy bien juntos —comenta Zoe, con una sonrisa demasiado perfecta.
Sus palabras se pierden en el aire como si no tuvieran peso. Ya ni siquiera me molestan.
—Muchas gracias. La verdad es que nos complementamos muy bien, es como si hubiéramos sido hechos el uno para el otro —responde Mateo con total naturalidad.
La seguridad con la que lo dice me deja tan sorprendida que instintivamente giro para mirarlo.
¿Es un excelente actor… o está diciendo eso con una sinceridad brutal?
No lo sé.
—La verdad que sí —añado, siguiendo su juego, o tal vez hablando desde un lugar que no quiero admitir—. Nunca me entendí tanto con alguien como con él.
Y justo en ese instante, un cubierto golpea ruidosamente contra un plato. Marco.
—¿Vamos al casino? —dice, como si necesitara cambiar de tema con urgencia.
—Claro, vamos —responde Mateo enseguida, poniéndose de pie. Luego se coloca detrás de mí y aparta mi silla con suavidad.
—Retocaré mi maquillaje y estaré lista —digo, y me dirijo al baño de la habitación.
Frente al espejo, mientras me aplico el labial, escucho la puerta abrirse. Mateo entra, y por un segundo nuestras miradas se encuentran a través del reflejo.
—Aún te ama —dice sin rodeos—. Pero no entiendo por qué sigue con ella.
Me quedo en silencio, procesando sus palabras.
—Muere de celos al verte conmigo. No la mira cómo te mira a ti —agrega.
—¿Y por qué me estás diciendo todo esto? —pregunto, sin entender sus intenciones.
Él se acerca, despacio, hasta quedar justo detrás de mí. Su mirada se clava en la mía a través del espejo.
—Porque, si quisieras, podrías recuperarlo antes de que se casen —responde finalmente.
—¿Y para qué querría recuperar a alguien que me engañó durante dos años? —le devuelvo con frialdad—. Si es cierto lo que dices, ¿para qué quiero a alguien tan cobarde que está a punto de casarse con alguien que no ama?
—Son buenas preguntas —murmura, sin apartar sus ojos de los míos.
—Me di cuenta de que merezco algo mejor. No tengo que tolerar a imbéciles como él. Quiero un hombre de verdad —digo con convicción.
De pronto, sus manos se apoyan a cada lado de la encimera, encerrándome entre sus brazos.
La cercanía es asfixiante. Su respiración, su perfume, su presencia. Todo.
Y ya no sé si esto es solo una atracción física o algo mucho más peligroso.
No lo arruines, Julieta… No con él. Esto podría costarte tu ascenso, tu carrera, todo.
—Eso es muy bueno —responde con una sonrisa suave—. ¿Y cómo es ese hombre de verdad?
Su voz roza mi oído como un susurro. Siento un escalofrío recorrerme la espalda.
Él tampoco es para ti. No te confundas. Esto es solo una fantasía... peligrosa.
—Aún no lo descubro —miento, girando apenas la cabeza hacia él—. ¿Te parece si mejor vamos?
Asiente, respirando hondo como si también necesitara volver al centro.
—Mejor —responde, y se aleja, dándome espacio para recomponerme.
[…]
El casino elegido esta noche es el Wynn.
El trayecto en la misma SUV junto a Marco y Zoe fue una pequeña tortura: por fuera, Mateo y yo fingimos mantener una distancia prudente… pero por dentro, el roce apenas perceptible, su perfume envolvente y el calor de su cercanía me tienen completamente alterada.
Todo esto se me está saliendo de las manos. Y por más que me repita que no, este “sí” escondido dentro de mí crece cada vez más fuerte.
Me atrae. Ya no puedo negarlo. Pero… ¿y si es solo eso?
Mateo me toma de la mano con naturalidad mientras buscamos una mesa de ruleta con lugar para los cuatro. Espero que nadie me reconozca, que ningún comentario inoportuno arruine este teatro perfectamente construido.
Finalmente encontramos una mesa libre. Mateo se asegura de que nuestras sillas queden muy juntas, como si fuésemos la pareja más enamorada del lugar. Marco y Zoe se sientan más alejados, algo fríos entre ellos.
Entonces la veo. Esa mirada intensa, emocionada, la misma de siempre. Marco. Olvidé cuánto le gustaban los casinos y apostar.
En su momento, pensé que ese entusiasmo era normal. Pero ahora me doy cuenta: hay una obsesión allí. Tal vez estoy exagerando. Tal vez solo quiere impresionar a Mateo. O recordarme a mí lo que él cree haber sido alguna vez.
—Mujer de la suerte, ¿qué números te gustan? —pregunta con esa misma sonrisa de hace años.
—Oye, no pongas toda esa responsabilidad sobre mis hombros —respondo divertida—. ¿Y si pierdes todo?
—Sabes perfectamente que puedo darme ese lujo… solo dime qué números te gustan —insiste, manteniéndome en su mira.
—Si tú insistes… —respondo, abriendo la mano para que me dé las fichas.
Me entrega unas quince fichas de 50 dólares.
—Todas tuyas, amor —dice Mateo, y ese “amor” me descoloca más de lo que debería.
Intentando mantener la compostura, me levanto y comienzo a hacer mi jugada. Rodeo el número diez. Coloco dos fichas sobre él, otras entre sus números vecinos, una en la línea, otra en negro.
—¿Tanta fe le tienes al diez? —pregunta Mateo, intrigado.
—Muchísima —respondo, y río cuando él apuesta fuerte al número 17.
—¿Puedo saber por qué? —insiste.
—¿De verdad te interesa?
—Julieta cree un poco en la numerología —interviene Marco de forma innecesaria. No entiendo por qué.
Mateo lo ignora por completo y me vuelve a mirar.
—¿Me explicas? —pregunta.
—Cada número tiene un significado. Me gusta saberlos, porque a veces, sorprendentemente, aciertan —respondo sin prestar atención al crupier.
—¿Y el diez?, ¿qué representa?
—Muchas cosas. Pero para mí, el significado más grande es qué tienes que crear tu propio destino.
Y esta noche decidí hacer exactamente eso.
Mi voz es apenas un susurro para que Marco no escuche.
—¿Por lo que dijiste en el baño? —pregunta Mateo justo cuando el crupier grita:
—Ten.
Sonrío.
—Sí. Y, curiosamente, acabo de ganar una buena plata para ti —digo entre risas.
Mateo me rodea la cintura con fuerza, pegándome a él. El gesto me sacude. Siento que me tiembla todo.
—Julieta… —dice con voz baja, casi temblorosa.
No seas débil…me repito.
Y solo por seguir el juego, paso mis brazos por su cuello y acerco mis labios a los suyos. Lo suficiente para que desde atrás parezca un beso. Pero me detengo antes.
—Es mejor que lo dejemos así —le susurro al oído, y me alejo suavemente.
No sé cómo lo hago, pero vuelvo a sentarme como si nada hubiera pasado. Recojo las fichas ganadas y se las entrego a él.
No digo más.
Sé que Mateo tiene mil preguntas. Y probablemente en algún momento vamos a tener que hablar de lo que acaba de pasar.
Pero no esta noche.
