Capítulo 120. La condena del amanecer.

Elizaveta Petrov

El aire en Siberia corta como vidrio, pero ya no me importa.

Me mantengo de pie junto a la ventana, envuelta en uno de los abrigos gruesos que Irina ha conseguido para mí. Las manos me tiemblan apenas, no por el frío, sino por la tensión que se cuela en cada fibra de mi cuerpo....

Inicia sesión y continúa leyendo