Capítulo 127. ¡Basta!

Elizaveth

El techo de mi habitación era una celda. Las paredes, grilletes invisibles. Y mi cuerpo… un campo de batalla en ruinas. Me dolía todo. Los huesos, la piel, el alma. Pero lo que más dolía… era la certeza de que estaba atrapada. Que cada segundo que pasaba ahí era un segundo más cerca d...

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