Epílogo. El amanecer de la Reina Sangrienta

Tres años después

El viento gélido de las montañas rusas me golpeaba el rostro, pero no sentía el frío. No. En lo profundo de mis huesos, solo ardía el fuego. Tres años. Tres malditos años habían pasado desde que el mundo se detuvo, desde que sentí el resplandor infernal en el horizonte y supe ...

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