Capítulo 4 CAP 4

Capítulo 4

Al amanecer, no podía dormir más, había acabado agotada después de una sesión de sexo intenso.

Estaba desnuda, entre sábanas mojadas, con el cuerpo adolorido pero satisfecho, tenía una sonrisa en mi rostro, maldita sea no se cuántas veces me vine en una noche.

Lo miré, el Dormía tranquilo, desnudo, con el torso al descubierto, respirando lento, le llene de besos en torso, el incluso pensé en empezar la mañana usando mi boca, pero no, tenía que detenerme, el celular estaba a punto de explotar con llamadas perdidas de Camila y de Andres.

Me levanté en silencio y caminé hasta el baño, abrí la regadera y dejé que el agua caliente me cayera encima, necesitaba un respiro.

Respiré hondo calmando mis pensamientos, No sabía qué carajo estaba haciendo, pero lo disfruté, sabía que estaba haciendo mal, que estaba engañando a Andrés y que las condiciones no eran favorables, pero vivir esto, me gustaba.

No pasó ni un minuto cuando sentí la puerta del baño abrirse, me giré y era él.

Fernando.

Entró sin decir nada, desnudo y listo para mí, Cerró la puerta, se acercó. Me arrinconó contra la pared y me levantó de un tirón.

—¿Creías que ibas a escaparte de nuevo? —murmuró con voz grave, apoyándome contra los azulejos.

—Solo quería ducharme…

—¿Así? ¿creeias que dejaría que borraras mis besos? Ni lo sueñes.

Me besó con pasión, Me mordió el labio, Me agarró con fuerza, me metió dos dedos sin aviso, estaba empapada, entre el agua y la excitación no podía fingir lo que sentía.

—¿Te gusta? —me dijo, bajando al oído—. Dime si otro te hace sentir así.

—Nadie… —gemí—. Nadie como tú.

—Dilo claro, dime de quién eres.

—Tuya —jadeé, entre gemido y gemido—. Soy tuya, solo tuya

—Así me gusta —gruño mientras empezaba a erguirse.

Se sentó en el borde de la tina y me jaló hacia él, beso lo abdomen, mis senos, el estaba como poseído y yo también

—¿Sabes quién me despertó?

Negue con la cabeza mientras lo miraba como me llenaba de besos en el abdomen

—Porteria, me dijeron que escucharon gritos y gemidos toda la noche y que debías bajar el volumen.

Me avergonce, si admito que gritaba como una loca poseída, no dejaba de pedirle que me diera sin parar.

—No me importa, lo que más me gusta de ti, son tus gemidos sin control

Lo bese con en la boca, los dos estábamos tan excitados que el agua húmeda solo aumentaba el placer de la humedad.

—Sube encima, vamos, quiero verte cabalgar esta verga mojada.

Me senté sobre él. Lo sentí entrarme lento, grueso, hasta el fondo. Gemí fuerte, me arqueé, empecé a moverme.

—Eso, así, Alondra… Muévete como anoche. Quiero ver ese cuerpo temblando otra vez.

Cabalgaba con fuerza. Mi cuerpo rebotaba contra él, el agua caía sobre nosotros. Sus manos agarraban mis pechos, me lamía los pezones, me decía cosas al oído que me hacían explotar.

—¿Te gusta, eres mi putita rica?

—Sí… no pares… dame más…

—¿Quién es tu dueño?

—Tú… tú… eres mi dueño.

—Así me gusta. Te voy a coger hasta que no puedas pensar en otro que no sea yo.

Me agarró fuerte de las caderas y me empujaba más profundo, marcando el ritmo. Yo estaba por venirme otra vez. Me tocó el clítoris y sentí cómo el cuerpo me explotaba en un orgasmo tan fuerte que me temblaron las piernas.

Me vine sobre él, con un gemido largo, mojándolo todo otra vez.

—Mírame —dijo—. Mírame mientras te vienes. Porque esta imagen va a quedar grabada en mi cuerpo para siempre.

Nos besamos con desesperación. Y por un rato, me olvidé de todo, no se cuántas veces lo hicimos en la ducha, siento que si empezaba no podia parar, era multiorgásmica con el, sus besos, sus caricias su erección, todo me volvía suya.

—Tengo que irme —le dije después, ya vestida intentando controlarme.

Él estaba en calzoncillos, sentado en el borde de la cama, mirándome.

—No puedes irte así.

—Ya debo estar en casa, No contesté el celular en toda la noche, mi familia debe estar preocupada y Andrés también.

Fernando me miró serio.

—Tienes que terminar con Andrés.

Me quedé en silencio y negué con la cabeza

—Eres mía, Alondra. Esto no fue un polvo más. No después de lo que pasó, no después de anoche, soy tu dueño ¿Lo entiendes?

—Esto… esto solo es una aventura. No podemos hacer nada más, Lo mejor es dejarlo así, lastimaria a Andres y el no lo merece

—¿Una aventura? —Su tono cambió, más serio, más molesto—. ¿Eso crees que fue? Te equivocas preciosa.

—Lo siento… pero no tenemos un futuro, todos saben que eres un conquistador ¿No puedes pensar que solo fue una aventura más?

Se acercó a mí y me encerró contra la pared, me puse muy nerviosa.

—No he dejado de pensar en ti desde esa noche. No sabes cuántas veces te busqué con la mirada en cada maldito lugar al que iba. ¿Sabes porque me voy a quedar en este país? Por ti.

No supe qué responder, el también me atraía, y nadie me hacía sentir lo que el, me besó suave, lento, menos pasional y más dulce.

—Dame unos días. Solo unos días para pensar —le pedí —Andres es tu sobrino, y no quiero que sufra por mi culpa

Él se acercó y Me agarró el rostro.

—No pienses, Alondra. Siente, Lo que pasó entre nosotros no se inventa, no se borra, me perteneces.

Me besó. desesperado. Como si tuviera miedo de perderme, y yo quería quedarme con el.

—Te llevo a casa —dijo luego, con voz más calmada.

Cuando llegamos a la entrada de mi casa, me miró de reojo.

—Esta es… la casa de Rodolfo Thompson, ¿no?

—Sí. ¿Por?

—¿Conoces a Camila Thompson?

Me giré hacia él extrañado de que la conociera.

—Es mi hermana.

Su cara cambió por completo. Se quedó helado, su rostro se puso palido

—¿Tu hermana? —pregunto desencajado.

—¿Qué pasa? ¿La conoces?

No dijo nada, solo negó, Apretó el volante y me dijo un beso en los labios, Se quedó mirando al frente.

—Fernando… ¿Pasa algo?

—Nada. Está bien, te quiero preciosa.

Me bajé del auto y lo vi marcharse sin decir una palabra más.

Entré a casa con el corazón acelerado, Camila me esperaba en la sala, cruzada de brazos.

—¿Dónde carajo estabas? Andrés ha estado llamando como loco.

—Se me descargó el teléfono. El auto se varó y me quedé en casa de una amiga.

Camila entrecerró los ojos.

—¿Una amiga? ¿Que amiga? ¡Habla niña!

No respondí.

—¡Alondra! Dime ¿Donde carajos estabas?

—El tío de Andrés me llevo a casa de una amiga, es todo.

Camila abrió los ojos, como si le acabaran de clavar una puñalada.

—¿Qué dijiste?

—Me llevó a casa de Laura, no pasa nada, Camila, ya no soy una niña

Ella se quedó mirándome, blanca como papel.

—¿Fernando está en el país? —su Tono bajo

—¿Qué pasa? ¿De dónde lo conoces?

Camila se giró y se fue corriendo. Subió las escaleras llorando.

—¡Camila! —grité, siguiéndola.

Mi padre bajó del segundo piso.

—¿Qué pasó?

—No sé. Dije que Fernando, el tío de Andrés me trajo y se puso así.

Mi padre suspiró. Se frotó la frente.

—Camila y Fernando

iban a casarse, Alondra. Ella lo amaba.

Me quedé en silencio. Todo el aire se me fue del cuerpo, Fernando no solo era el tío de mi prometido, Era el ex prometido de mi hermana.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo