
Prometo No Enamorarme
Solange Dal Santo · En curso · 79.9k Palabras
Introducción
Capítulo 1
23 de septiembre
Granada, España
Hace exactamente dos meses que siento que bajar de un escenario ya no es como antes. Ni siquiera el subir a cantar tiene la misma emoción, y en muchas ocasiones me pregunto porque lo sigo haciendo si ya no me hace feliz. Hace dos meses que me siento morir cada vez que me doy cuenta de que ella ya no está, y este ultimo peldaño del escenario me lo recuerda una vez más. Era precisamente en este lugar donde ella me esperaba al terminar cada concierto y yo me sentía el hombre más feliz del mundo. Es imaginármela con sus manos acariciando a nuestra bebé que crecia en su vientre y llorar sin poder evitarlo.
No estoy seguro si este dolor se ira algún día, es tan grande que me duele hasta los huesos.
—Hijo —pronuncia mi madre con rasgos de angustia en su voz—. Dale tiempo al tiempo. Ya verás que el dolor se hará cada día más soportable—. aconseja abrazándome con todas sus fuerzas tal y como lo hacia cuando era pequeño.
Sinceramente no sé que hubiese sido de mi sin ella, y es que cada vez que lo pienso comprendo que tal vez ya lo hubiese dejado todo. Mi madre se ha tomado este tiempo para acompañarme a los conciertos que ya estaban pactados antes de que mi vida cambiara para siempre, y es que de haberlos cancelado el caos sería aun mayor. No sé como agradecerle su apoyo y que cuidara de mi pequeña mientras yo trataba de ser el mejor profesional posible.
—No lo creo madre, cada vez me duele más. Cada día me siento más culpable —expreso sin soltarla y dejando que el dolor salga de mi a través de las lágrimas que cada día son más.
Sus manos acarician mi espalda al igual que lo hacían cuando era un niño, y de alguna manera esto comienza a darme algo de paz; una que ha sido muy difícil de conseguir en este ultimo tiempo. La culpa no me abandona y creo que jamás lo hará. No entiendo como es que no he tomado el trabajo de acompañar a mi esposa a cada una de sus citas médicas; no me perdono el no haberme dado cuenta de que sufría una insuficiencia cardiaca. Jamás me perdonare el haber accedido a buscar un hijo, y es que si Lucia no hubiese quedado embarazada; ella aun estaría aquí conmigo.
—Hijo, no debes sentirte culpable. Nadie sabía de la condición de salud de Lucia —me dice mi madre soltándome un poco para verme a la cara.
Ella acaricia mi rostro a la vez que seca mis lagrimas, pero inevitablemente más comienzan a derramarse.
—Yo era su esposo. Tendría que haberme dado cuenta de lo que estaba pansando. Estuvimos juntos durante muchos años y no lo vi, ¿acaso estaba tan ciego? —me cuestiono entre lagrimas.
Las manos de mi madre vuelven a quitar las lagrimas de mis mejillas y me mira con cariño.
—Ella quiso dejarte a Sara; su sueño era ser madre y lo cumplió — intenta consolarme, pero hasta cuando veo a mi bebé siento culpa.
A veces siento que es como si no consiguiese amar a Saracomo debería hacerlo. Hay muchas ocasiones donde me hace sentir que, por ella, Lucia ya no está aquí y no puedo dejar de sentirme el peor padre del mundo.
—¿Con quien la has dejado? —pregunto intentado cambiar de tema.
Realmente no quiero hablar de como la mujer con quien estuve casado durante dos años prefirió sacrificar su vida por nuestra hija. Sinceramente no es algo de lo que me sienta bien al hablarlo.
—En tu camerino con tu padre, vamos a verla —propone y asiento.
Caminar los pasillos de los últimos recintos a los que hemos ido no es igual. No saludo a nadie del equipo, y nadie me saluda a mi. Todos saben perfectamente que el Facundo que reía de todo y era feliz ha desaparecido. Ahora tan solo soy un fantasma que divaga por los lugares a donde va porque no le queda otra opción y es que en el fondo no quiero decepcionar a nadie más. Las sonrisas que doy son fingidas, y cualquier emoción que salga de mi es consecuencia del dolor, ese es quien soy ahora.
Entro al camerino y allí esta mi padre con Sara en brazos. Mi pequeña esta completamente dormida y cuando la veo así me doy cuenta de que es lo mas parecido a un ángel que pueda llegar a ver. Es igualita a su madre y eso me duele más, ya que es difícil sobreponerse a la perdida de la persona que más has amado en tu vida; cuando tienes a una criatura que cada día se parece mas a ella.
—¿Quieres cargarla? —me pregunta mi padre, y si... últimamente esa es la pregunta que más me han hecho.
Tengo tantos sentimientos encontrados, que hasta hacerme cargo de mi hija me es difícil. No puedo ser el padre que ella necesita con todo este dolor que siento.
-—Claro —digo fingiendo una tímida sonrisa y me inclino un poco para tomarla en brazos con mucho cuidado.
Es tan pequeña, tan frágil… La veo y me es imposible no recordar la emoción que sentí cuando el mismo día del lanzamiento de mi ultimo disco, Lucia me dio la noticia de que sería padre. Guardo el secreto durante semanas hasta ese día para que todo fuera especial, y vaya que lo fue.
Nunca olvidare la manera que llore de felicidad abrazado a ella antes de salir a la rueda de prensa. Tampoco podré olvidar como hace dos meses; más precisamente el 15 de Julio me sentí el hombre más desdichado del mundo al recibir la noticia de que mi esposa había fallecido en el parto justo minutos después de sentir que tocaba el cielo con las manos al ver nacer a Sara... Aun no aprendo a vivir con todo esto.
—Hijo, disculpa que insista con el asunto, pero ¿has pensado en la idea de contratar a alguien que te ayude con la niña? —me interrumpe mi madre y asiento.
—Si madre, supongo que es lo mejor —digo y hago una pausa —Lamentablemente no he podido cancelar ninguno de mis compromisos en el extranjero y no quiero dejar a Sara aquí. Contratare a alguien que viaje con nosotros y la cuide mientras estoy en los compromisos laborales —expreso sin dejar de mirar la pequeña sonrisa de mi niña que al parecer ha de estar soñando con algo, ojalá que sea con su madre.
—Vale, si necesitas ayuda con ello me dejas saber —ofrece amable.
—Gracias madre, pero Sandra ya ha contactado a algunas candidatas y el martes las entrevistare —comento y sinceramente mi mánager también ha sido de gran ayuda en este ultimo tiempo.
—Perfecto hijo... si quieres dame a mi nieta para que tu puedas cambiarte e irnos al hotel —ofrece sonriente—. Imagino que debes de estar muy cansado —concluye y asiento mientras que le entrego a Sara.
—Gracias por el apoyo —hablo muy desanimado y hago un esfuerzo mas para seguir adelante con todo esto que el mundo llama vida, pero que para mi se ha convertido en una pesadilla. Es tan contradictorio tenerlo todo y a la vez sentir que no tienes nada.
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