

RASHAD, UN REY PERVERSO
Maria Pulido · Completado · 112.1k Palabras
Introducción
Nadie sabe que el país de Radin ha sido devastado injustamente, y su princesa Hadassa, ahora reducida a la nada, solo camina totalmente perdida con sus manos atadas observando la devastación de su pueblo alrededor.
Las lágrimas frías no cesan, ella no sabe cuánto tiempo durará su martirio, pero sabe que, al llegar a las tierras de Babel, estará completamente perdida.
No le queda más que levantar la mirada al cielo y pedir a su Dios que tenga un deceso rápido, antes de llegar al horror que le depara su destino…
Porque nadie ha salido ileso después de enfrentar a Rashad, el rey más temido y perverso de todos… y Hadassa no parece ser la excepción para él, hasta que cruza sus ojos con esa mujer diferente, que lo hace replantearse cada uno de los mitos formados a su alrededor…
Esclavitud, guerra y el deseo de poseerla, es el menor de sus problemas…
Capítulo 1
Año 946 A.c.
3 días después de la conquista.
Hadassa.
DEVASTACIÓN…
Podía resumir mi condición y mi alrededor en esa palabra.
Ahora mismo no sentía mis pies y si llevaba la cuenta exacta, este era el tercer día en que caminaba mientras esas escenas horribles ya no estaban expuestas delante de mis ojos, pero pasaban por mi mente cada segundo.
Quería llorar, en realidad era el deseo de mi cuerpo sediento y extremadamente cansado. Sin embargo, mis ojos estaban resecos y el aire en mi boca ya quemaba mi garganta.
Un tirón de aquella cuerda a la que estaba atada junto con otras personas en una fila, hizo que mis pies perdieran el equilibrio. En dos pasos torpes no pude controlar mi cuerpo por más tiempo, y mis brazos recibieron el mayor impacto de la caída.
Quizás en este momento tenía adormecido mis sentidos, porque ya no sentía nada a excepción de ese grito que retumbó mi tímpano.
—¡Levántate, esclava!
Lo intenté, no por hacerme la fuerte, sino porque que ya había hecho el intento más de una vez de no seguir las instrucciones, y eso en definitiva era lo que había alargado mi vida hasta ahora.
Si lo hubiese sabido antes, habría hecho hasta lo imposible por ocultarlo y mi muerte quizás hubiese sucedido el primer día en que me tomaron, al igual que a mi familia.
Habían descubierto mi identidad, ahora era para ellos cómo un trofeo que debía ser llevado ante el mismísimo demonio.
Mis brazos temblaron en el suelo cuando intenté levantarme, pero era tiempo perdido, mis fuerzas ya no daban para más.
—No puedo hacerlo… —Mi voz sonó como un lamento bajo y allí es donde pude divisar borrosamente unos pies forrados en cuero, que se paraban delante de mí, alzando el polvo hacia mi rostro.
—¡Levántate maldita! No morirás aquí, tu cabeza debe ser cortada por el mismo soberano, públicamente… y te lo juro, ¡Él no tendrá misericordia de ti!
Misericordia…
La primera palabra que aprendí cuando era niña, y la misma que recuerdo en la boca de mi padre desde que tuve conciencia. ¿Dónde estaría eso ahora y, qué pensaría mi padre antes de morir cuando se dio cuenta de que habían invadido su país y fue asesinado como un perro?
Extrañamente, tenía mis ojos nublados por las lágrimas nuevamente, mientras mi pecho se quemaba de forma lenta al recordar su rostro y su mirada.
Un sollozo, uno imposible de contener en mi garganta salió hacia el ambiente mientras las manos del hombre sujetaron mi cuello levantándome de un solo tiro como un pedazo de trapo.
—¡Camina! Estás demorando nuestra llegada…
Después de que fui empujada, mi cuerpo se estrelló con algunas personas en la fila, que ahora mismo no me miraban porque estaban en una condición incluso peor que la mía.
Mi cuerpo titiló, aunque la mañana estaba comenzando, el hielo de la noche aún estaba en mis huesos.
«Solo será un momento…», mi mente gritó y solo pude llevar mis manos a mi collar colgante que era la única cosa de valor que habían dejado en mi cuerpo. Por supuesto este collar, con el sello de Radin, mi pequeño país devastado, había sido el punto clave para que ellos supieran mi identidad.
Yo era la princesa. Quizás la única que quedaba con vida.
Lo apreté en un puño fuerte y solo reprimí mis ojos sabiendo que incluso moriría con dignidad. Ahora no me importaba si mi cabeza sería expuesta ante una multitud de malvados; habían asesinado a mi padre y a mi madre, aún no sabía si lograron atrapar a mi hermano, el heredero del trono, pero solo quería cerrar mis ojos para siempre y no ver esas miradas que me observaban con desesperación. Porque ellos asesinaron a miles de hombres inocentes, junto con sus mujeres y… sus niños…
Sacudí mi cabeza para borrar las imágenes, pero creo que esto nunca iba a suceder.
Sus llantos y lamentos, solo hacían arder mi piel con fuerza.
Saquearon mi país, el reino más feliz de todos, y el que incluso promovía la paz a todos sus vecinos, fuimos realmente ultrajados por ladrones que llegan por la noche con sed de poder…
“El poder… debe haber un equilibrio para esto, Hadassa… porque no hay otra forma más corrompida que tener ambición, y en cuanto se tiene algo, se comienza a querer más, y allí es donde nuestro dominio propio debe accionar para no llevar nuestra persona a una desgracia…”
Esto me dijo mi padre una vez, y ahora lo estaba viviendo en carne propia…
Pero lo que él nunca predijo ni imaginó, es que esta tragedia le estuviera sucediendo a Radin. Ni en su peor pesadilla.
Un rayo de luz fuerte hizo que de forma obligada levantara mi rostro.
No pude sino abrir mi boca ante la impresión, estaba viendo a solo unos kilómetros como llegábamos a la sede principal de Babel. Desde lejos podía ver su enorme y lujoso palacio, con grandes muros impenetrables, y con la ostentosidad despotricando en cada rincón.
Jamás había visto una estructura como la que tenía delante, ni un pueblo a su alrededor tan organizado. El palacio era enorme, con fuentes de agua en sus cuatro esquinas, y grandes estatuas como las que mi padre nos había relatado a mi hermano y a mí, cuando éramos unos niños.
Ellos tenían muchos dioses a los que adoraban, y por lo que estaba viendo, los tenían en alta estima dejándolos a la vista de cualquier espectador en sus estructuras.
Solo pude tomar el aire cuando giré hacía alrededor y vi las casas de la gente fuera del palacio organizado en líneas, pero a esta altura en donde estábamos caminado, pude detallar como la gente estaba arremolinada como si intentara a toda costa, entrar a ese castillo amurallado, que parecía celebrar una fiesta.
—Babel… —escuché como uno de los hombres susurró colocando su mano en una palma hacia el lugar y haciendo una referencia—. Hemos llegado a ti… gracias a nuestros dioses…
Fue inevitable no sentir el escalofrío que recorrió mi cuerpo, porque al instante y como lo esperaba, todas aquellas personas fueron desamarradas, y a continuación apartadas de mí.
—Sujeta muy bien a nuestro trofeo… sé que nuestro soberano nos recompensará por este premio.
Otro de los hombres se rio de forma asquerosa, mientras vino a apretar más las cuerdas de mis manos, y luego me empujó hacia el frente con fuerza.
—Camina… princesa… estamos a unos minutos de beber tu sangre azul.
No pude entender a qué se refería con “beber”, pero me obligué a no mirarlo y a comenzar a caminar solo deseando una cosa.
Que me asesinaran con prontitud.
No sé cuantos minutos pasaron, pero en cuanto estuve con los hombres sujetada de las cuerdas y con una multitud que nos abarrotaba y decía cosas que no podía entender, levanté la mirada al escuchar el estruendo de las enormes puertas abrirse de forma lenta, y el hombre que era líder del grupo, llegó muy cerca de nosotros con agitación.
—Ya he dado la información… entraremos a la zona privilegiada.
Uno de los hombres tomó mi hombro con rudeza y haló mi brazo para caminar, mientras mis pies reunían la fuerza para seguir con el camino, entre tanto mis ojos se posicionaban hacia todas partes de forma alterada.
A este punto sentía que podía desmayarme en cualquier momento, porque mi boca jamás había estado tan seca como ahora.
Un patio enorme que ni siquiera pude ver su final, columnas gigantes y gruesas, y todo tipo de estatuas que tenían cabezas de animales en sus extremos, solo deslumbraban alrededor.
De un momento a otro, la multitud se excitó cantando en coro un solo nombre:
¡Rah! ¡Rah! ¡Rah!
Pero un sonido de trompeta, proveniente de un cuerno de carnero, hizo que me detuviera ante el estruendo.
Era muy parecido a ese sonido glorioso cuando mi pueblo estaba de fiesta o cuando hacíamos un rito religioso a nuestro Dios.
Sin embargo, cuando mis ojos se fueron directo al ruido, mi corazón se aplastó para que todo mi ser, sufriera como nunca.
La cabeza de mi padre, junto con otras, estaban colgadas en lo alto, mientras unos hombres alzaban una tela roja, resonando victoriosos, y vociferando con la voz más alta.
¡Rah! ¡Rah! ¡Rah!
No pude hacer otra cosa, mis piernas flaquearon y mis rodillas dieron contra el piso mientras un sollozo desesperado del dolor salió de mi boca, al ver un pedazo de mi padre, expuesto ante esta multitud de malvados…
—Papá… no… —estaba a punto de llevar mis manos al rostro, pero mi brazo derecho fue alado con brusquedad sin dejar que al menos por un minuto, pudiera llorar a mi padre con amargura.
Dos hombres se desentendieron del grupo en que veníamos, y casi parecían correr mientras mi cuerpo fue arrastrado a su paso.
Y entonces, sucedió.
Fui lanzada hacia delante y caí recibiendo los rasponazos en mis brazos.
Mi respiración ya era muy lenta, pero la ira hervía dentro de mi pecho, y el dolor de alguna manera me hizo levantar la cabeza. No iba a demostrarle a nadie mi miedo, ni mucho menos el sufrimiento que esto me estaba causando.
Y en cuanto posicioné los ojos adelante, allí llegó un hombre corpulento. Parecía un guerrero con las manos y el rostro ensangrentado, pero que despedía una fuerza incalculable de su forma.
Pude notar como la extrañeza arropó su rostro al verme tirada frente a él, pero lo entendió todo cuando el hombre a mis espaldas dijo:
—Es la princesa de Radin… y pensamos que sería un regalo que nuestro señor debía tomar con sus propias manos… —el hombre al que todos les rendían esa especie de culto, asomó una sonrisa, que solo hizo que mi mandíbula titilara.
Él era el demonio, y ahora mismo lo estaba viendo en carne propia.
Vi como sus pisadas fueron determinantes, y como el tiempo se detuvo en cuanto comenzó a caminar hacia mí.
Parecía que la multitud se había silenciado, la verdad ahora solo pude mantener mi vista en esos ojos azules que estaban quitándome la vida con cada paso. Y, por si fuera poco, tomé mi última fuerza, quité el velo que arropaba mi cabeza, y me paré firmemente delante de él, solo esperando mi fin.
Decidida a recibir mi deceso.
El sonido de su espada saliendo del cuero donde reposaba, hizo que abriera los ojos de golpe, y que solo el palpitar de mi corazón, retumbara en mi garganta.
El demonio era enorme cuando se detuvo delante de mí, pero lo único que no pude entender, fue el sonido de su respiración, cuando sus ojos bajaron a los míos, y su pupila se dilató de un momento a otro…
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Última actualización: 3/3/2025#50 Capítulo 49</Chapter Hadassa. CONFESIÓN… Hubo un silencio bastante perturbador en el espacio. Solo me provoco levantarme y correr de aquí, pero los errores se enfrentaban con valentía y se asumían de la misma forma como quería proceder para con Rashad. Ya no era el momento de permanecer en las sombras, era el momento de demostrar que, aunque el amor podía doler, también podía transformar. No podía evitar sentir los nervios correr por todo mi cuerpo, pero levanté mi cabeza y sostuve su mirada que en estos instantes me estaban rompiendo. —Por supuesto conoces a Hadassa… la actual reina de Radin —Labán se levantó de su asiento y colocó la mano en su hombro, pero Rashad no dejaba de mirarme fijamente—. Bueno, la historia de Hadassa es sorprendente… Esta vez el rey se dirigió a los presentes mientras los murmullos no paraban de sonar en mis oídos. —Toda está confusión de la que ya todos sabemos, hizo que la reina de Radin fuese prisionera por un tiempo… en el palacio de mi mejor amigo, Rah… allí es donde vi a la reina por primera vez. Pude notar como Rashad sacudió su hombro para quitar la mano de Labán de su brazo, y al instante lo sentenció oscuramente con su mirada. —No esperaba ver a… la reina de Radin en este lugar… —el comentario de Rashad solo hizo que Labán hiciera un gesto de asombro un poco disfrazado. —Radin es nuevamente nuestro aliado, Rashad… y nuestras alianzas siguen en pie como con mi respetado al gran Uriel… es evidente que también será mi invitada especial, así, tanto como tú… Pasé un trago cuando la mandíbula de Rashad se endureció, y la mano de Labán le ofreció la silla que exactamente quedaba frente a mí. Lo vi dudar por un momento detallando su comida, y luego evitó mirarme a toda costa durante el almuerzo. —Siempre será bienvenida a nuestras reuniones, reina Hadassa… —dijo alguien al final de la mesa, pero no me atreví a mirar. Asentí con la cabeza gacha y luego tomé nuevamente el cubierto entre mis dedos. Aunque anteriormente tuve apetito, todos estos minutos que transcurrieron desde que Rashad hizo presencia, hizo que todo esto se fuera y me doliera el estómago. Ahora estaba comiendo solo para tener que hacer alguna cosa, y cuando vi a uno que otro levantándose, me di cuenta de que estuve aislada a las conversaciones que se gestaron en la mesa durante mucho tiempo. Había llegado el momento en que todos nos reuniríamos en una sala para discutir el tema por el cual habíamos sido invitados, lo supe porque alguien vino a anunciarlo, y en cuanto todos comenzaron a retirarse en la mesa, guiados por unos lacayos, me levanté muy despacio para girarme hacia Gamal. Sin embargo, cualquier cosa que pude decirle a mi consejero se vio interrumpido por el rey Labán. —Hadassa… su consejero se quedará fuera del salón. Solo están autorizados a entrar los gobernantes… —asentí para él, pero sentí como la mirada de Rashad a su lado estaba clavada en mí. —Entonces iré en un minuto… señor. Debo hablar con mi consejero primero… El hombre me dio una sonrisa y tomando nuevamente a Rashad del hombro, comenzó a caminar con él. Cuando vi que ambos desaparecieron de mi campo de visión, me precipité para mirar a Gamal. —En cuánto está reunión termine, nos iremos de inmediato. Avisa a los guardias para que estén preparados y que los caballos estén listos. —No se preocupe, majestad, usted no corre algún peligro. A pesar de la fama de este hombre, hay gente importante aquí presente, no muestre miedo. Usted es tan importante como todo ellos… Por primera vez en mucho tiempo mi sonrisa se ensanchó mientras asentí para él. —Gracias… —tomé su brazo y lo apreté y luego comencé a caminar rápido para llegar pronto a la reunión. El pasillo pareció estar solo y me confundí un poco hacia donde debía ir. Quizás habían olvidado dejar a alguien para guiarme, pero cuando llegué a un punto sin salida, supe que tenía que devolverme para tomar otro camino. Mi cuerpo chocó prontamente con alguien, pero antes de que mis pies se corrieran hacia atrás por el golpe, esos brazos sujetaron mi cintura y me atajaron hacia él. Estaba cara a cara con Rashad, y en esta oportunidad, no luché por quitarme de su agarre, y de inmediato, mis brazos lo envolvieron al instante. —Lo siento… —expulsé de mis labios, entre tanto sentí la tensión de su cuerpo. Pude sentir como luchó por quitarme de su agarre, su aliento estaba acelerado y era evidente su enojo, pero en vez de quitarme del abrazo, él lo intensificó más uniendo todo su cuerpo al mío. El alma literalmente me volvió al cuerpo, y aunque esté no era el lugar ni el momento, metí mi rostro en su cuello y aspiré su aroma mientras mis labios tocaron su piel. Era como volver al principio, volver a la vida, y entender que mi lugar estaba a su lado. Era irracional, pero no había otra manera para mí. De forma inmediata su sola mano vino a tomar mi rostro para hacer que lo mirara. —¿Qué estás haciendo aquí? —negué rápidamente. —No es lo que crees… debo hacerme cargo de los asuntos de Radin, yo debo asumir… —No… —él apretó sus palabras interrumpiendo mientras su enojo crecía en sus ojos—. No en medio de todos estos hombres que solo buscarán arruinarte… Lo miré con confusión. —¿Qué? —Labán es un maldito cerdo… y te lo advertí… dije que no vinieras. Apreté mi mandíbula. —Créeme, he enfrentado a reyes malvados, esto no es una novedad. No puedo quedarme encerrada en mi reino, tú sabes lo que debo hacer… —Hadassa… no me retes, no quiero verte en medio de estos hombres. —¿Y qué haré? ¿Vas a gobernar tú también Radin por mí? ¿Querrás lo mejor para mi pueblo? —Me importa una mierda tu pueblo… —esta vez su tono fue duro—. Pero tú y mi hijo… Se quedó callado por un momento y luego tocó mis labios para empezar a susurrar mientras su aliento se estrellaba todo el tiempo en mi rostro. —Tú estás clavando mi propia tumba, me harás débil ante los demás, solo quieres mostrarles a mis enemigos que pueden joderme la vida por medio de ti, Hadassa… ¿Por qué? —su cuerpo se removió abruptamente y luego vi como tomó su daga personal en sus manos y apretó las mías haciendo que la tomara—. Hazlo ahora, y no dejes que lo haga otra persona… Quité mis manos de las suyas, y luego me atreví a tomar su rostro. —No solo estoy aquí por mi pueblo, Rashad… también estoy aquí por ti… —¡Pero estás jodiendo todo! —su puño se estrelló en la pared muy cerca de mí, y luego mis labios temblaron. —Sé que me has dejado ir… sé que… —puse la mano en su pecho, mientras su mirada se hacía cada vez más dura—. Sé que quieres protegernos… pero, no quiero irme ahora, no quiero irme de tu lado… yo… —Señor… —ambos nos giramos, y yo me separé rápidamente de su lado cuando vimos al mismo hombre, el general que nos recibió en la entrada—. El rey Labán pregunta por ustedes… están esperando para comenzar. Di unos pasos asintiendo. Pero la mano de Rashad se envolvió en mi brazo deteniéndome. —Que espere unos minutos más… vamos en un momento. Ese general pareció ofendido ante su respuesta, pero dando un asentimiento, comenzó a caminar en retroceso, y luego se giró para irse. —¿Estás loco? —pregunté precipitada y él me mostró su sonrisa irónica. —No soy el loco aquí… ¿Tú quieres formar otra guerra…? ¡Pues me tendrás matando a todos en esta maldita pelea, Hadassa…! Rashad pasó por mi lado, y casi corrí para alcanzarlo y abrazarlo por detrás. —No quiero esto, yo… ¡Te amo…! —su cuerpo se congeló, y dejando de caminar, vino a posar sus manos tranquilamente en las mías. Hubo un silencio entre nosotros, y luego, lo vi girar lentamente. —¿Qué has dicho? —su mirada confundida y aterrada solo me alertó un poco. Esta era la primera vez que veía esta expresión en él. El miedo dominaba todo su rostro. Sus labios pálidos, más sus ojos tan azules como el océano, llegaron a los míos, y allí mismo escuché como un trago duro pasó por su garganta. —Es imposible… —No lo es… —tomé rápidamente su mano y la posicioné en mi pecho. Esto fue una doble daga para mí misma, porque sentir sus dedos en mis pechos abultados, fue como si una descarga grande apremiara mi cuerpo entero—. Nunca quise esto, lo juro… pero no pude evitarlo, Rashad… tú sí puedes ser amado de verdad… y alguien si puede ser leal a ti no por miedo, sino porque te ama, y teme perderte… La rojez en sus orbes fue evidente, y su respiración me comprobó que estaba sofocado. Había una lucha demasiado grande en su mirada, y luego de qué lo vi mirar hacia todas partes, solo sentí un tirón, mientras todo su cuerpo me guio en la dirección contraria a la que ese general había tomado… —¿Qué haces? ¿A dónde vamos? <Chapter>Capítulo 50
Última actualización: 3/3/2025#49 Capítulo 48
Última actualización: 3/3/2025
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Isaias Machado es un multimillonario de primera generación estadounidense; él conoce el valor del trabajo duro y de hacer lo necesario para sobrevivir. Toda su vida ha estado orientada al momento en que pueda arrebatar la compañía McGrath de las manos de los hombres corruptos que una vez dejaron a su familia sin hogar.
Cuando Liesl McGrath se acerca al multimillonario para sobornarlo con información destinada a arruinar a su exmarido, Isaias Machado está ansioso por tomar todo lo que los McGrath valoran, incluyendo a Liesl.
Una historia de amor, venganza y sanación necesita comenzar en algún lugar, y el dolor de Liesl es el catalizador para la montaña rusa más salvaje de su vida. Que comience el soborno.